Renzo Gómez Vega

¿Y ahora qué? ¿Le reprochamos a haber sido superado ampliamente por el equipo que más creció en Sudamérica en el último tiempo? ¿O pasamos por alto la escandalosa apatía de varios jugadores y el planteamiento equivocado de en el partido de ida que trazó la derrota?

Ni uno ni lo otro. Melgar fue el que pudo ser, en su primera semifinal de un torneo internacional. Jugó su peor partido de la Copa Sudamericana en la noche que debía ser el mejor.

No le hizo daño a Independiente del Valle en toda la serie más allá de un par de goles correctamente anulados y algún disparo en el palo. Y en defensa fue sumamente débil: necesitaba cuatro goles y recibió tres. Ni cuidó su arco ni tampoco hizo los que debía.

Y aun así, cuando el árbitro hizo sonar el pitazo final, muchos arequipeños se quedaron a juntar sus palmas incesantemente, en el estadio. Fue conmovedor y aleccionador. El hincha, el verdadero, da un paso adelante, cuando el resto da tres hacia atrás.

¿Cómo se recordará esta campaña de Melgar? Quienes estuvieron ayer en la UNSA lo harán de una manera muy distinta a quienes seguimos la paliza desde una pantalla.

Que duele la ausencia de rebeldía rojinegra y la falta de reacción, cómo no.

Lautaro Díaz se dio un banquete (28′ y 53′) a espaldas de la defensa mistiana. Y Segovia sentenció (87′) una llave ya sentenciada.

Pero habría que ser caradura -sí, a ti te hablo hincha blanquiazul, crema y celeste- para burlarse del equipo que hizo menos infeliz e indigno nuestro 2022 a nivel de clubes.

Se marcha Melgar, magullado, sangrante y roído. Pero se marcha entre los aplausos de su gente y el respeto de los agradecidos.


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