“No podíamos creer verlo allí, en el arco del Bolívar”, me responde Nolberto Solano mientras hace un apurado ejercicio de nostalgia. Estos días de cuarentena son propicios para usar el espejo retrovisor de la memoria. Para llegar a las semifinales de la Copa Libertadores 1997, Sporting Cristal tuvo que superar a un equipo con sello mundialista. Aquel Bolívar tenía a media selección boliviana del Mundial Estados Unidos 1994 (Sandy, Rimba, Borja. Cristaldo, Soria, Castillo) y su arquero era nada más y nada menos que Thomas N’kono, el camerunés mundialista de España 82 e Italia 90. Este pionero en usar el pantalón de buzo para tapar, la pasó bastante mal cuando vino a Lima. La noche del 28 de mayo de 1997, N’kono perdió la peor de sus batallas antes de reencontrarse con La Paz.
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Hace 23 años, un equipo peruano volvía a las semifinales de una Copa Libertadores (el último había sido Alianza Lima en 1978). Sporting Cristal, con 40 mil personas en el estadio Nacional, goleó 3-0 al Bolívar y luego definió su pase a la gran final ante Racing de Avellaneda.
El primer gol fue de Nolberto Albino Solano, quien lo recuerda de esta manera: “Estábamos obligados a ganar después de la caída en Oruro. Ya habíamos pasado los 30 minutos y sabíamos que lo más importante era abrir el arco. Cobraron un tiro libre y el disparó pasó la barrera, choca al palo y le toca en el hombro a N’kono. Fue clave ante un rival de mucha experiencia”.
Tenía razón Nolberto, aquel tricampeón peruano no solo se enfrentaba al equipo con más historia de Bolivia sino a su inusual colección de álbum de figuritas. Y allí aparecía N’kono, aquel león indomable (e imbatible) en el debut de Perú en el Mundial de España. Aquel 0-0, en el estadio Riazor de La Coruña, tuvo al golero africano como una de las figuras principales. Sus actuaciones en esa Copa del Mundo le impidieron tomarse un vuelo de retorno a Yaundé. El Espanyol de Barcelona lo contrató por ocho años.
-Se habla español-
A mediados de los noventas, luego de quince años en el fútbol profesional de España, N’kono fue contratado por el Bolívar de la Paz. Hoy suena peculiar esta transacción deportiva; sin embargo desde ese tiempo ya existía una debilidad en el fútbol boliviano por el balompié español. Recordemos que su clasificación al Mundial Estados Unidos 1994 fue bajo la dirección técnica del vasco Xabier Azkargorta. Incluso, uno de los últimos ídolos del Bolívar, en estos años, fue el ibérico Juanmi Callejón (gemelo del delantero del Napoli).
Con esa base de ex mundialistas de Estados Unidos 1994, Bolívar caminaba seguro y parejo en aquella Copa Libertadores. Fue líder en su grupo (de clubes bolivianos y paraguayos), goleó 7-0 al Minerven de Venezuela en octavos y, en las alturas de Oruro, había vencido 2-1 a Cristal en el partido de ida por cuartos. En una de las primeras narraciones de Daniel Peredo aparece, casi al cierre del partido, Luis Bonnet en uno de sus primeros goles decisivos en el torneo. Salvó un 2-0 que se asomaba como difícil de remontar en Lima. Lo sufrió N’kono.
En aquellos años maravillosos, el invierno adelantaba sus pasos y para finales de mayo el clima húmedo de Lima se acompañó de vientos fríos. Los que fuimos al estadio Nacional para el Cristal-Bolívar nos abrigamos y tomamos un café caliente antes de salir a la calle José Díaz. El 2-1 en el partido de ida, en la altísima Oruro (3735 metros sobre el nivel del mar), condicionaba a aquel equipo dirigido por Sergio Markarián.
Para ese momento la motivación era doble en el equipo del Rímac: no solo habían dejado atrás a Vélez Sarsfield con golazo de Jorge Soto, sino además lograron descontar en Oruro sobre la hora. Luis Bonnet, en genuino acto de optimista del gol, cazó un balón en el área y descontó a N’kono. Ese tanto fue el respiro que faltaba en una cancha donde lo que no sobraba era oxígeno.
El frío de Lima empezó a despedirse con el tiro libre de Ñol Solano. Sporting Cristal pasó por encima al Bolívar con buen trato de pelota y con mucha paciencia, sobre todo en la volante donde Pedro Garay daba señales de jerarquía indiscutible. Un rebote en la defensa boliviana fue aprovechada por Jorge Soto para un disparo colocado de larga distancia. N’kono, a pesar de su metro 85, no pudo llegar al balón.
-África mía-
En sus redes sociales, Prince Amoako usa muchas veces como foto de perfil una que tiene con la camiseta de Sporting Cristal en 1997. Jugó en Rusia, defendió a la selección de Ghana, pero esa campaña fue la más feliz de su carrera. “Agradecido por todo lo vivido, queda la lección que cuando se quiere, se puede”, escribió cerca a fiestas navideñas. En estos tiempos, en los que labora como coaching, el recuerdo de ese subcampeonato copero es su mejor manera de predicar con el ejemplo.
Amoako fue el que anotó el tercer gol a N’kono. Como señal de sentencia, Markarián salió del banco de suplentes y movió las manos como si bailara marinera. El uruguayo les dijo a sus dirigidos, sin usar palabra alguna, que era la hora de tocar y tocar.
“Lo que más recuerdo de ese partido es el golazo de Ñol de tiro libre y el encuentro de ida, en Oruro. No esperábamos jugar allí, la idea era viajar a La Paz. No solo debimos reponernos de la altura sino que nos mandaron a un hotel que estaba arriba de una estación de busses. No pudimos dormir con tantos autos que entraban y salían. Hoy todo eso es anécdota, lo sacamos adelante”, me responde Julinho, a través de un audio de Whatsapp. El peruano-brasileño fue una de las figuras de esa noche. El también coincide con Solano en que la presencia de N’kono en el cuadro rival. No importaba si el camerunés tenía, en ese momento, 41 años. En el arco, el paso del tiempo hace de la sabiduría una nueva habilidad. Sino que lo diga Gianluiggi Buffon, el golero italiano de 42 años, que se hizo arquero después de ver a N’kono en Italia 90.
Los enviados especiales de este Diario al Mundial de España 82; Guillermo Alcántara, Koko Cárdenas y Pocho Rospigliosi; coincidieron en que esa empate de Perú con Camerún fue decepcionante para una selección peruana “débil físicamente” y “que no arriesgó”. Camerún se despidió de España 82 invicto y N’kono solo cedió un gol (del italiano Francesco Graziani). Su segunda experiencia frente a un equipo peruano no tuvo el mismo desenlace. En Riazor mantuvo el cero, en Lima recibió el primer tanto a los 32 minutos de juego.
Ocho años después, N’kono no aparecía como jugador titular en aquel Camerún que volvía a los mundiales tras ausentarse en México 86. Quien iba a arrancar en el debut en Milán, ante la Argentina de Maradona, era el golero Joseph-Antoine Bell. Sin embargo, sus declaraciones criticando a la federación de su país lo sentenciaron a la banca. En el Giuseppe Meazza, otra vez N’kono, con su buzo tradicional, fue imbatible para una selección sudamericana. Su habilidad estaba intacta. “Ese partido lo ganamos desde el calentamiento”, recordó hace poco N’kono en entrevista con Infobae. El arquero africano explicó que los cánticos del equipo antes del partido incomodó mucho a los argentinos. El carnaval de toda la vida fue de ellos.
En aquel Mundial de Italia 90, Camerún, acompañado de baile y colorido, se quedó a un paso de las semifinales al caer en cuartos de final ante la Inglaterra de Gascoigne y Lineker. Antes de eso, habían dejado atrás a la Colombia del Pibe Valderrama con reacción avispaba de Roger Milla en una salida poco prolija de René Higuita. N’kono había sido el número ‘1′ en la primera selección africana en llegar al top 8 de un Mundial (marca solo igualada por Senegal en el 2002).
N’kono se quedó por cinco años en el arco del Bolívar de La Paz. En el 2002, cuando era asistente técnico de la selección de Camerún, fue detenido unas horas acusado de hacer “brujería” durante un partido ante Mali, por la Copa Africana de Naciones. Lo liberaron rápido por falta de pruebas.
Hoy, este mítico golero africano es preparador de arqueros en su querido Espanyol. Su presencia en aquel partido de cuartos, sumó historia a una campaña inolvidable. Al mundialista de España 82 e Italia 90 se le rompió la Copa en Lima. A pesar de que el rival se llamaba Bolívar, los próceres, en aquel mayo del 97, fueron los nuestros.
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