El racismo y los otros males del fútbol peruano
El racismo y los otros males del fútbol peruano
Redacción EC

JERÓNIMO PIMENTEL Periodista

Cuando se trata de evaluar , la discusión pública se centra en la calidad de tal o cual jugador (el tan cuestionado Pizarro) o en la elección del director técnico (Bielsa). La inmediatez periodística, sin embargo, obliga a concentrarse en factores aislados que no explican ni pueden revertir una realidad compuesta por distintas capas de obsolescencia. Con el riesgo de la ligereza, estas son algunas de ellas:

1 Atraso físico. El fútbol peruano fue competitivo hasta que el deporte se centró en el juego y no en el músculo. Se puede fechar ese momento entre los mundiales del 70 y del 82, y es Brasil quien marca esta tapa de dos maneras distintas: la inicia en México con un equipo campeón formado por cinco '10' y la finaliza en España con el fracaso de la selección de Telé Santana. A partir de ese momento, y gracias a la prosperidad de la ciencia deportiva, se requirió del jugador ya no solo virtud técnica, sino una condición física que permita desarrollar tácticamente el deporte. Perú nunca llegó a esta etapa. La mayor prueba de ello es la dificultad histórica que tenemos para generar volantes de contención, un puesto en el que el último indiscutido fue Velásquez. Otro ejemplo que sirve de sustento es la cantidad de 'creativos' sin función táctica defensiva que pululan en el torneo local, como Neyra o Manco. Cuando por casualidad recae en la liga local un jugador con ese rigor, nos parece ver a un extraterrestre. El último es Cazulo.

2 Atraso táctico. Aquí todo es muy simple: el 3-5-2 de Bilardo nos llegó con 15 años de demora, el 3-4-1-2 no lo vimos nunca, para ver un 4-3-1-2 tienes que sintonizar ESPN o Fox Sports, el 3-3-1-3 de Bielsa no lo apreciamos, lo sufrimos en Eliminatorias y conceptos como fútbol reactivo, falso 9 y regista nos son tan ajenos que es inútil buscarlos siquiera mencionados en la prensa local. Este es el reino del 4-4-2 y del 4-5-1, pues como dice la canción "es lo que hay". Si quedan dudas de que este es el reino del conservadurismo, pregúntele a 'Petróleo' García cuál es la llave de su 'éxito'.

3 Atraso técnico. Nace de una confusión nominal que consiste en confundir conocimiento con destreza. El jugador técnico sabe hacer un regate, tirar un centro, hacer un control y rematar desde fuera del área; el jugador hábil siente una plenitud de espíritu cuando le sale bien una huacha. El jugador técnico es el resultado de un trabajo planificado en inferiores, división a división; el habilidoso es repentista y cree que el fútbol tiene algo de epifanía. En el jugador técnico la inspiración fructifica; en el jugador que se cree tocado de nacimiento la inspiración enmascara.

4 Atraso institucional. Todo fútbol desarrollado depende de clubes y federaciones con cierta credibilidad y objetivos de largo plazo que reflejan inquietudes sociales históricas, no los caprichos de un presidente de turno. En Perú, eso no ocurre. La gran mayoría de clubes son chacras -las dos más importantes, chacras quebradas e intervenidas-, mientras que la FPF se maneja con incompetencia y vocación gamonal de cara a las regiones (entendiblemente posee más desprestigio que cualquier ente estatal, lo que ya es mucho decir en este país). A ello se suma un desinterés político por el deporte que recién se empieza a remediar en este gobierno, aunque el bache es enorme: ¿qué país con aspiraciones mundialistas tiene un déficit de profesores de Educación Física que se cuenta en decenas de miles? Estos males estructurales se plasman en pintoresquismos, como el cambio anual del sistema de competencia, la creación de la Copa Inca, la división en equipos por pares e impares y otras especies propias de nuestro folclor.

5 Atraso moral. A todo ello hay que añadir un defecto visibilizado hace pocos días en las pantallas internacionales: poseemos . Desde hace años los jugadores afrodescendientes sufren en el Perú el acoso de hinchadas ignorantes que utilizan la diferencia étnica para hostilizar y ridiculizar al oponente. Edgar Villamarín y Jhoel Herrera pueden dar fe de ello. Lo peor es que aún existe una prensa que cree que soportar el ultraje es una de las obligaciones del jugador profesional. Por más increíble que parezca, esta visión, que para colmo se confunde con un machismo achorado y una creciente xenofobia, no es minoritaria ni única. La degradación moral del hincha peruano tiene muchas manifestaciones: las rejas obligatorias en las que los encierran en los estadios, los muertos cotidianos en las guerras de pandillas, la incapacidad de reconocer con un aplauso un 'fair play', el irrespeto total a la figura del árbitro, etc. Todos estos lastres se quieren hacer pasar como rasgos de color local, cuando no son otra cosa que subdesarrollo cívico. Esta suerte de costumbrismo mal entendido minimiza un daño tremendo que nos degrada en el sistema futbolístico internacional y que constituye la última capa de nuestro estado retardado: ni músculo, ni plan, ni pie, ni club ni alma. 

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