¿Qué rasgos en común tienen Ray Sandoval, Carlos Ascues, Jean Deza, Alexi Gómez y Beto da Silva? Además de haber estado involucrados en escándalos mediáticos –unos más graves que otros-, todos han jugado en equipos del exterior por poco tiempo sin haber alcanzado mayor figuración.
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Semanas atrás, cuando se anunció la reactivación del fútbol, una lluvia de críticas cayó sobre el ministerio de Salud. Se dijo que había cedido al lobby televisivo porque el fútbol mueve mucho dinero y nuestros jugadores eran millonarios.
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Aunque no existen cifras oficiales, el negocio del balompié en nuestro país es menos rico de lo que parece. Un club importante, en un buen año, puede mover unos 10 millones de dólares, una cifra ridícula si se la compara con otras realidades cercanas. En cuanto a sueldos, un puñado de futbolistas tiene ingresos que superan los 10 mil dólares mensuales. ¿Es mucho? La discusión puede ser interminable, pero eso es lo que señala el mercado (y es también la razón por la que muchos clubes viven en permanente precariedad).
Lo que no podemos discutir es que estos chicos son unos privilegiados, sobre todo en un país con tantas desigualdades como el nuestro.
Roberto Mosquera, quien fuera técnico de Sandoval en Sporting Cristal, reflexionaba ayer sobre su caso: “Nosotros, los formadores, debemos informar al jugador de su futuro, del lugar al que lo puede llevar su talento. La mezcla de fama y dinero no pueden administrarla. Es un reto para todos”.
Tres temporadas atrás, Sandoval era uno de los futbolistas con mayor proyección del país. Hoy perdió su trabajo por las razones que señala Mosquera. No es el primero. Tampoco será el último, lamentablemente.