Las efemérides de ayer en los medios deportivos nos recordaron que han pasado 20 años desde esa clasificación de Sporting Cristal a cuartos de final de la Copa Libertadores, después de superar a domicilio por 1-0 a Vélez Sarsfield. Dos décadas desde aquella corrida de Jorge Soto para anotarle a José Luis Chilavert, quien en la previa había dicho que “no conocía” al ex lateral celeste. Después de esa campaña cervecera con subcampeonato copero, solo una vez se ha repetido un pase a cuartos de un club peruano en la Libertadores (Real Garcilaso en el 2013). La historia parece ser escrita con el molde de lo previsible: campeonar en casa, clasificar a la Copa, ser eliminados. FIN. En la repetición, está el susto.
Ha comenzado mayo recién y ya somos testigos de las muertes tan prematuras como anunciadas de nuestros representantes en la Copa Libertadores. La goleada que sufrió Sporting Cristal en La Paz ante The Strongest fue un tiro de gracia para anticipar lo evidente. Otra vez últimos en sus grupos, otra vez tomando distancia de cualquier rigor de competencia. Y así sucesivamente desde hace 20 años. Escríbalo quinientas veces. No pasaremos. Eliminados de nacimiento.
¿Es tan reiterado este epílogo que las expectativas del hincha peruano en la Copa se han reducido a hacer un ‘zapping’ televisivo por Fox Sports? Antes de analizar las políticas que tienen los clubes nacionales para enfrentar un torneo como la Libertadores, es interesante detenerse en la casi nula conexión de los fanáticos de este país con el mencionado campeonato. Razones para justificarlo hay muchas: sobredosis de Champions League, precios de las entradas en los partidos y las estadísticas con pobres resultados recientes. Las tribunas vacías no tienen distinción de club: Cristal no ha podido llenar las graderías del Nacional ni cuando jugó con Santos, a Melgar le quedó grande el Monumental de la UNSA y la ‘U’ solo llevó 15 mil espectadores cuando enfrentó a Capiatá en Ate (venían de ganar en Paraguay).
Queda la sensación de que vivimos resignados antes de que se juegue una copa. A los clubes les cuesta la vida sumar algún punto, los hinchas no van al estadio y los dirigentes declaran que los malos resultados coperos son consecuencia de la realidad del fútbol peruano y del poder económico de otras ligas. Puede sonar a argumento válido hasta que nos detenemos a ver cómo les está yendo a clubes como los bolivianos The Strongest y Wilstermann (cuadro dirigido por el peruano Roberto Mosquera), que están cerca de firmar sus pases a octavos de final.
Tampoco es pretexto decir que la realidad copera es un reflejo del momento en selecciones. Volvemos al caso de los bolivianos para refutarlo. Cuando Cristal fue subcampeón de la Libertadores 97, era el resultado de un proceso que venía desde mediados de los años 90 (cuando Perú era noveno o último de Sudamérica). Desde ese mismo crecimiento rimense, se forjaron bases para ese equipo blanquirrojo que se quedó a diferencia de goles de clasificar al Mundial de Francia 98.
La Copa Libertadores es el torneo de mayor exigencia para nuestros clubes y no lo estamos aprovechando. Un año más y seguimos siendo los peores. Quizá ya sea hora que comience a importarnos eso.