El pasado 14 de junio, la cuenta @Libertadores subió un video de los 15 goles de Julinho en Copa Libertadores: una década (1993-2003) atrapada en 2′493‘‘, donde el veloz y desequilibrante delantero de Sporting Cristal anotaba frente a América de Cali (2), Alianza Lima (2), Caracas FC (3), Peñarol, River Plate (2), Cruzeiro, Olimpia, Nacional, Vélez Sarsfield y Universidad Católica. La publicación, que también destacó sus 60 partidos en el certamen, alcanzó 156 RT y 511 “Me gusta”.
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“El máximo goleador (junto a Flavio Maestri) de Sporting Cristal en la Copa”, es la descripción del post. Los comentarios que acompañan son una firma al certificado de ídolo: desde el “y ya lo ven, y ya lo ven, es su Julinho y su ballet”, hasta más de un pedido respecto a un nuevo homenaje. ¿Qué puede ser más importante que romper una red en un torneo de esta naturaleza? Sencillo: jugar un partido como el que hizo el brasileño un día como hoy, hace 23 años, frente a Racing de Argentina.
Y no se necesita una reproducción en 4K para volver a disfrutar de aquella semifinal en la que los celestes brillaron con un 4-1 frente a los dirigidos por Alfio Basile: aquí los detalles de la conversación que tuvo Julinho con Carlos Mac Allister, antes y después de esa noche en el estadio Nacional, y las cinco promesas que le cumplió a su padre, don Waldeny, quien días atrás había fallecido.
🇧🇷🔥🇵🇪 ¡Ídolo y goleador de @ClubSCristal!
— CONMEBOL Libertadores (@Libertadores) June 14, 2020
👀🎥 Los 1⃣5⃣ goles de #Julinho en la #Libertadores. Es el máximo goleador (junto a Flavio Maestri) de #SportingCristal en la Copa.
🏆⚽ Jugó 6⃣0⃣ partidos, segundo en presencias debajo de Jorge Soto, con 81.#GloriaEterna pic.twitter.com/sDfqP66Mmk
-Solo faltó el Toyota -
Cuando Julio César de Andrade Moura estaba en la barriga de doña Lya, a inicios de 1965, dicen que Waldeny le hablaba todos los días a Julinho. Le hablaba de Vitória de Bahía, de Flamengo, de la selección de Brasil, de las Eliminatorias, de la Copa Libertadores. Le hablaba quizá de esos sueños que no pudo alcanzar. “Mi papá quería jugar. No tenía talento pero corría mucho. Incluso me regaló una pelota con la cual yo dormía todos los días y le decía ‘Diente de leche'”, le cuenta hoy el exdelantero rimense a El Comercio.
Julinho también recuerda que mientras jugaba en la Asociación Atlética de Bahía, cuando tenía ocho años, un día le prometió a su padre que iba a cumplir todas las cosas que le mencionaban cuando estaba en la barriga de doña Lya. Lo hizo: debutó a los 15 con Vitória de Bahía, estuvo en Flamengo, en la sub 17 de Brasil (compartió con Bebeto), participó en las Eliminatorias con Perú y llegó a una final de Copa Libertadores: “A poco de que él se fuera, me dijo: “‘Cumpliste todo lo que me prometiste’”.
Igual el camino no fue fácil: con 24 años, y sin ser la promesa que alguna vez apareció en los medios de su país, llegó a nuestra tierra gracias a Defensor Lima y en aquella época se acomodó a la realidad: vivía en un departamento adaptado en una cochera y todos los días para llegar al Centro Cultural tomaba combi: “Los cobradores me querían y cuando me quedaba dormido, me pasaban la voz para bajarme en el paradero. Encima no me dejaban pagar”.
El brasileño se tenía fe. En esos tiempos había ‘dobletes’ y una vez se quedó, junto al resto del plantel de Defensor Lima, para observar el partido entre Sporting Cristal y Sport Boys: Julio César de Andrade Moura, con el ‘portuñol’ más masticado que nunca, se llenó de emoción y dijo: “Miren, ese color celeste me gusta. Algún día llegaré a ese equipo y seré ídolo”. Todos se rieron. Gustó tanto su juego que antes de pasar al Rímac en 1993 lo llamaron de Alianza Lima. “Tenía todo listo para firmar, pero el dirigente que llegó a mi casa me comentó que en la directiva pensaban que solo era jugador de ‘equipo chico’”. Sí, en La Victoria tuvieron la primera opción.
Los amagues de Julinho comenzaron a tener más flashes. Logró el tricampeonato con Sporting Cristal (1994, 1995 y 1996) y en una de esas últimas conversaciones con su padre, hablaron de aquel carro Toyota que la Copa Libertadores le entregaba al mejor jugador de la competición. El muchacho que tenía más que nunca el recuerdo de aquellas tardes en la Asociación Atlética de Bahía se lo quería regalar: “Yo le dije que iba a ganar la final de la Copa Libertadores y me respondió: ‘Guárdalo para ti. No alcanzaré la final'”.
-La noche del 30 de julio de 1997-
La foto de perfil de WhastApp de Pedro Garay es el espejo de su etapa más feliz: está en cuclillas, con la camiseta de Sporting Cristal y de fondo el Alberto Gallardo. “La hinchada está en mi corazón y ojalá muy pronto pueda estar con ellos viviendo un partido, dentro de la tribuna”, le confiesa el volante paraguayo a El Comercio. Garay no solo proyectaba respeto por llevar la cinta en el brazo sino por lo que representaba en el mediocampo durante aquella etapa de gloria celeste. No necesitó ir a Google para recordar aquellas semifinales frente a Racing.
“Cuando jugamos el primer partido en Argentina (3-2 en contra), nos mentalizamos que podíamos ganar la llave. Cuando estuvimos en el hotel conversamos y nos pusimos de acuerdo de que íbamos a llegar a esa final”. En la ida, los tantos de Jorge Soto y Luis Bonnet en Buenos Aires, aquel 23 de julio, fueron claves para saber que una semana después, en Lima, alcanzaría hasta con el 1-0 para seguir con vida. Con la llave abierta, la prensa también comenzó a jugar la semifinal durante esos siete días. “Salieron muchas cosas en los periódicos, que Mac Allister había dicho que yo no iba a pasar”, confesó Julinho.
Instantes previos al cotejo, cuando los equipos aún se saludaban, Mac Allister se acercó hasta donde estaba Julinho (esa Libertadores sumó 14 cotejos y 1,212 minutos) solo para decirle dos cosas: “Un caballero, la verdad. Me dijo que nunca habló mal de mí, que todo eso era mentira y a darme el pésame por lo de mi papá. Eso se me quedo marcado. Yo, la verdad, en ese momento estaba endiablado, solo quería dedicarle el encuentro a mi padre”. Y así fue.
Todo empezó con un rechazo de Martín Vásquez desde el borde de área propia hacia el sector derecho. Julinho volaba por el sector derecho, muy pegadito a la banca de Racing, desde donde salía la voz ronca de Basile gritando: “¡Cortalo, ‘Colorado'...cortalo!”. El ‘Colorado’ era Carlos Mac Allister, quien se arrojó con los toperoles al frente en vano. “Yo esa noche jugué junto a mi papá. Estaba iluminado”. Lo estaba: el brasileño, por centímetros, esquivó la vehemencia del argentino y sacó el centro. Bonnet no perdonó y la mandó al fondo. Julinho hizo que Mac Allister sea cambiado para la segunda mitad.
Antes de ello apareció Julio Rivera. El ‘Coyote’ ganó una dividida en mediocampo y aceleró con tanta fuerza que esquivó a tres argentinos. Cuando perdía equilibrio, sacó el derechazo. El ‘1′ Ignacio González se estiró pero la pelota fue muy esquinada. El Nacional era un loquerío, hasta en los alrededores. “Todos estuvimos 10 puntos aquella vez, hasta el ‘Viejito’ Balerio. Sabíamos que teníamos una gran responsabilidad, hubo mucha gente que se quedó fuera del estadio. Hasta ahora veo el partido con mis hijos para que sepan quién fui”, nos dice Rivera.
El resto se conoce: Bonnet nuevamente apareció, pero esta de vez de cabeza tras centro de Nolberto Solano. Y, como para sacarle lustre a esa noche, ‘Ñol’ de tiro libre colocó el cuarto. El equipo de Sergio Markarián fue un máquina: golazos y con baile de Julinho en el camino. “Sergio me abrazó, me besó en la cara después del partido y me decía: “‘Grande, Julinho'”. No anotó aquella vez el muchacho que nació en Salvador de Bahía, pero fue clave para el pase a esa final frente a Cruzeiro.
Casi 23 años después todo sigue intacto para Julinho y, por supuesto, para Sporting Cristal: hace un tiempo en un encuentro amistoso, en el que estuvo Diego Armando Maradona, se encontró con Carlos Mac Allister, quien le dijo “me retiraste del fútbol” y luego se abrazaron. Recordó también que por algún tiempo no quería saber nada de la medalla de plata hasta que Lya se la entregó: “Mi mamá la guardó y me dijo que no cualquiera llega a una final. Hay plata que vale oro”. Julinho hoy tiene la medalla en un lugar especial de la casa: la ganó en un partido donde don Waldeny estuvo con él más que nunca dentro de una cancha.
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