El hincha es, sobre todo, un sujeto sentimental. Abordarlo desde la razón, la lógica o incluso el pragmatismo impide comprenderlo a cabalidad. Cada cierto tiempo esas emociones se ponen a prueba y son capaces de la nobleza más fina y de la indignación más brutal. Y, a veces, la distancia que hay entre erigir una estatua y derribarla es más corta de lo que pensamos.
ENTREVISTA: Cantolao sobre los derechos de TV: “Todos los clubes debemos alinearnos a las normas de la FPF”
El fútbol peruano ha ofrecido muchos ejemplos en estos años: el aficionado de Alianza Lima quiere más a Jefferson Farfán que a Paolo Guerrero solo por el hecho de que el primero regresó a Matute; en su balance no parece importar tanto el estado físico ni el posible daño económico que significó la última temporada de Jeffrey en La Victoria. A su vez, el fan crema nunca volvió a mirar a Chemo Del Solar de la misma forma desde que dirigió a Cristal, como el extremo celeste nunca perdonó a Solano que juegue por la U en el 2009. La lealtad es una especie rara y va reñida con el profesionalismo. Alex Valera lo está descubriendo.
Como se recuerda, el año pasado el delantero de la selección abandonó Ate a mitad de temporada, lo que puso al equipo en una posición compleja con pocas opciones de solución. El chiclayano puede argumentar que su salida trajo caja a un equipo que la necesita desesperadamente, pero tan cierto como ello es que no se consigue a un goleador de un día para otro y el vacío que dejó fue difícil de llenar para Succar, su único reemplazo hábil. Peor aún, ante la negativa de la dirigencia para ceder su ficha Valera forzó su salida con herramientas poco elegantes: decisiones unilaterales, mensajes públicos y una estrategia de presión que conllevó que consiguiera su objetivo, pero a costa de una telenovela que dejó furioso y resentido al hincha.
Su regreso, luego de fallar un decisivo penal ante Australia y de soportar un accidentado y poco feliz paso por el fútbol árabe, construye una narrativa conocida: la del hijo pródigo. La U lo necesita: tanto el año pasado, como ahora ante el Aucas, quedó claro que Compagnucci necesita un delantero neto, un 9 de área, un goleador. Y a su vez, Valera necesita a la U: a sus 27 años, en plena madurez deportiva, no puede desperdiciar su pico de rendimiento sin una institución en la que se muestre y lo respalde, sobre todo si quiere seguir siendo una opción para Reynoso y emigrar. El hambre y la necesidad se juntan.
¿Pero será suficiente para el hincha? La historia indica que sí. Para bien o para mal, el primer grito de gol suele tener un efecto amnésico respecto a los desaires del pasado y permite olvidar y disculpar todo. El caso de Andy Polo lo prueba también. Si Valera logra integrarse al plantel, si recupera su puntería, si hace prevalecer su juego aéreo, si consigue triunfos simbólicos y reales, el hincha perdonará y reconsiderará su posición en el santoral crema. No será un camino fácil al inicio. O quizás sí. Pero la excepcionalidad del fútbol consiste en eso, justamente: en construir espacio para que los afectos primen sobre lo demás, aunque sea durante 90 minutos.