En el 2010, la vida dio un giro para Sebastián Avellino. Jorge Fossati le pidió que sea parte de su cuerpo técnico en el Al Shabab de Arabia Saudita y así pudo firmar su primer contrato con un club del exterior. Antes de esa experiencia, el preparador físico uruguayo había trabajado en los modestos San Lorenzo de Pando, Central Español, Liverpool, Tanque Sisley, Rentistas y Rocha, así como en las selecciones femenina y Sub 17 de su país. Al lado del profe lo pudo hacer en Paraguay, Emiratos Árabes, Qatar y desde marzo en el Perú.
ENTREVISTA: Caso Sebastián Avellino: “Haber negado su acto racista hizo que se actuara de la manera más drástica”
El martes último su vida volvió a dar un giro, esta vez ligado con el oprobio, luego de que fuera apresado en Brasil por realizar actos racistas en el Neo Química Arena, cuando Universitario enfrentaba al Corinthians por la Copa Sudamericana.
El Perú es uno de los países más racistas del mundo. Lo vivimos en su máxima crudeza durante las elecciones presidenciales de 1990, cuando ilustres personajes exigieron al elector no votar por un candidato que “no era peruano de primera generación” y recientemente, en las del 2021, con la participación de Pedro Castillo.
Los estadios siempre han sido espacios para el racismo más desembozado. El desaparecido José Gonzales Ganoza fue una de las principales víctimas de los insultos de las barras rivales, que solían imitar el sonido de los monos cuando tocaba la pelota. Lo mismo sufrieron otros futbolistas afrodescendientes como Andrés ‘Balán’ Gonzales y Luis Guadalupe.
Los actos de discriminación están penados en el Código Penal desde el año 2000. El artículo 323 establece como condena una pena privativa de la libertad no menor de dos ni mayor de tres años o la prestación de servicios a la comunidad. Pero como indica el portal Alerta al Racismo del Ministerio de Cultura, la norma no se aplica de manera efectiva, entre otras razones por la actuación negligente de los fiscales.
En Brasil, en cambio, el racismo se toma en serio. Las condenas pueden llegar a los cinco años de cárcel. Además, existen el Ministerio de la Igualdad Racial y el Observatorio sobre la Discriminación Racial en el Fútbol, ente que recibe denuncias sobre actos de ese tipo cometidos durante los certámenes futbolísticos. Solo el año pasado acumuló 90.
El video que muestra a Avellino imitando a un mono no admite dudas. Insistir en que solo fue una reacción ante los insultos que recibió o disfrazarlo con el pueril “son cosas del fútbol” muestran un desconocimiento completo sobre lo que representa el racismo y su dimensión social e histórica. Hace solo unas semanas, Brasil entero se movilizó ante los ataques que recibió Vinicius Jr. en la liga española y su selección, por primera vez en 109 años, saltó a la cancha con una camiseta negra antes de jugar un amistoso frente a Guinea.
Universitario tiene una oportunidad única para trazar una línea clara y deslindar de estas actitudes funestas, ajenas al ejemplo dejado por Lolo Fernández y los fundadores del club. Ya en los 90 tuvo que arrastrar el estigma de la violencia a causa de los hechos delictuosos que protagonizaban sus barristas y la desvergonzada manera como se desarrolló la presidencia del desaparecido Alfredo González Salazar.
Qué nefasto sería para la institución caer nuevamente en errores que parecían ya enterrados. No debería haber mayor demora para tomar una decisión.