La botella de agua en una esquina para respetar la cábala. Las caminatas en la zona pintada al borde de la cancha como león enjaulado. La calma interior que deja en el vestuario. La euforia que se vive a mil en cada jugada dividida, en cada posible penal, en cada cobro que lo siente injusto. A Fabián Bustos lo desborda sus ganas de dirigir a Universitario y de ganar siempre que está en el Estadio Monumental.