Jerónimo Pimentel

Que se pueda jugar el es la única buena noticia que nos ha dado la desde que inició el año. Todo lo demás ha sido peruanidad en esteroides: angurria directiva, oportunismo empresarial, contratos leoninos, divisionismo gremial y judicialización de problemas. El resultado de ese cóctel es el único posible: perder-perder. Nadie sabe quién transmite qué o no se transmite nada, los equipos no juegan, la pelota no rueda. El hincha empezó el año no solo con el país incendiado, sino que además se le privó de uno de los pocos espacios que pueden funcionar de paréntesis en esta coyuntura política.

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Dicho esto, es justo decir que ambos clubes han estado por encima de la liga nacional, al menos en cuanto a refuerzos deportivos. Por un lado, Alianza Lima consiguió completar un cuadro muy atractivo con Bryan Reina, Gabriel Costa, Pablo Sabbag, Santiago García, Gino Peruzzi, Andrés Andrade y Carlos Zambrano; por otro, Universitario ha hecho lo propio con Matías di Benedetto, Emmanuel Herrera, Martín Pérez Guedes, Rodrigo Ureña, Horacio Calcaterra, Williams Riveros, Alex Valera y Yuriel Celi. Si de algo sirve de referencia el portal , la cotización de ambas escuadras apenas difiere en 2 millones de euros.

Por supuesto, nada de ello tendría sentido sin los comandos técnicos. El caso de Matute es singular. Salas asumió la dirección interina ante la salida de Bustos y transformó su empleo temporal en nombramiento gracias a la consecución del Torneo Clausura y el bicampeonato. El éxito da seguridad: la plantilla se consolida sobre lo bueno y la confianza crece. A ello el ex lateral derecho ha otorgado un sentido común táctico muy razonable: trabaja sobre el 4-3-3, ha naturalizado el gol (Barcos ha hecho mucho al respecto) y otorga un peso específico a los creadores de juego, algo que agrada en La Victoria, donde descolla Lavandeira.

Para los blanquiazules, las flaquezas son más bien defensivas, lo que Zambrano ha venido a remediar (hay que tener carácter para debutar en el Monumental, algo que al León le sobra). Al respecto, la consolidación de Franco Saravia en el arco es una apuesta de mediano plazo, pero no hay mucho más por opinar de una escuadra que tendrá en el clásico su segundo partido de la temporada.

El caso de la U es más complejo para Compagnucci. Tiene un año ya de trabajo en Ate y, a pesar de las complicaciones inherentes a un club con problemas legales y financieros, el hincha siente que algo más tendría que ver en la cancha. El triunfo ante Cantolao ilusionó, pero la derrota ante Unión Comercio fue un cable a tierra que puso en cuestión ya no solo el funcionamiento (los cremas crearon una decena de ocasiones de gol), sino la capacidad de convertir la idea del entrenador en tantos, lo que sí es un problema serio si se confirma como tendencia.

Con el 4-3-3 como arma, el argentino posee variantes ofensivas para experimentar, pero se le empieza a acabar el tiempo para encontrar la fórmula correcta (¿cuál es el rol de Piero Quispe este año?, por ejemplo). En ese sentido, el clásico será una foto más comprometedora para él que para Salas: o traerá calma o, en cambio, acentuará contradicciones que pueden pasar una factura dolorosa para alguien que acabó quinto el año pasado, por debajo de Sport Huancayo y sin cupo a Libertadores.

Una niebla recorre este partido: hay fichajes que no han debutado, duelos que solo se adivinan y el impacto propio de un partido enorme en dos equipos que han tenido aún poco rodaje. El domingo esa incertidumbre se despejará y convertirá las sensaciones en algo más importante: certezas, emociones.

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