Faltan 15 minutos para el mediodía en el Pueblo Dulce, ese nuevo país donde vive la animadora de los niños Yola Polastri, sus burbujas, sus muñecas y sus pollitos… en uno de los estudios de canal 4. Así era ella, también: se reinventaba. Produjo mininoticieros, formó estrellas de la TV, se volvió rockera, se probó pelucas estridentes. Hizo LPs que se agotaban en las disqueras. No se trataba de estar a la moda porque ella era la moda. Dejó el set y, por ejemplo, llenó el Estadio de Alianza Lima (1980) y el Nacional (1987), hazaña para la época. Copyright de Yola.
El reloj pegado en la escenografía detrás de los niños malogra la magia de las maqueta de tecnopor: es demasiado moderno. Para romper el miedo escénico que podría desbaratar todavía más el orden de 50 chiquillos que gritan y cantan, Yola, boina negra que corona el pelo rubio, falda escocesa que acompaña una blusa blanca, presenta al dirigente blanquiazul Alberto Masías, que entonces, no sabía de su importancia en el futuro de la selección peruana. No conocía su don profético.
Él nos va a presentar por primera vez a Paolo Guerrero y Christian Cueva en televisión nacional, cada uno a su tiempo. Hace 30 años.
-Nosotros tenemos el caso del hijo de Carlos Aparicio, el técnico de la selección peruana de vóley -dice Masías, orgulloso, al lado de sus jugadores aliancistas. Así arranca su breve discurso.
Yola tenía una belleza extraña, el límite entre la sensualidad y la sexualidad. Por ello no sorprende que su primer trabajo en la farándula local haya sido el modelaje. Unas fotos en la revista 7 Días, en 1972, han quedado como registro de la época: Yola se alborota el pelo, mientras mira al vacío y mantiene los labios abiertos, buscando ser la femme fatale que no es. Yola es la más brillante flor en un jardín de macetas, y mira al cielo para dejar sentado su reinado. Yola, pantalón con bota de campana y blusa de encaje que apenas deja ver sus hombros, toma un tallo con espinas y sonríe. Porque si algo hace bien Yola Polastry es eso, sonreír.
De hecho, lo primero que hipnotiza al niño héroe de esta historia aquella mañana de 1994 es eso, su sonrisa. Yola, además, es hincha de Alianza Lima, como la mitad del país según últimas encuestas de opinión, y mira con atención un regalo que tiene entre sus manos uno de los chiquillos, el segundo de la fila. Es un libro, Alianza de La Victoria, con el autógrafo de Juan José Jayo Legario, entonces, mediocampista blanquiazul. Luego va a escuchar el pronóstico más feliz de los últimos 50 años. Es una tarde de invierno de 1994.
Como se trata apenas de una ilusión, la cámara ni se mueve ni hace zoom en José Paolo Guerrero, mezcla de flojera y escepticismo. Solo habla Masías, el profético dirigente.
—Nosotros tenemos a Paolo… este… Paolo es sobrino directo de José Gonzales Ganoza, que murió en el Fokker y hermano de Julio Rivera, que hoy juega en Sporting Cristal. Él es el futuro crack del fútbol peruano.
—A ver quiero ver ese dominio de pelota… esto es de familia, de corazón, dice Yola.
—Alianza es un club de sentimiento, ellos nacen queriendo a la pelota, responde tímidamente Masías, cómo pidiendo permiso.
Paolo Guerrero entonces, hace sus primeras pataditas en las TV peruana. Con ese mismo pie derecho, el martes 10 de octubre del 2017, el capitán de la selección tomó la pelota, retrocedió tres pasos y, sin escuchar lo que le decía Christian Cueva, le hizo caso a su instinto y a su fe.
El gol a Colombia que nos puso en el repechaje mundialista se grita aún hoy. Se llora hasta hoy. Sobre todo por lo difícil que parece repetir.
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Pero en 1994, el público no aplaude, Yola no hace demasiado caso, la cámara sigue en plano abierto. Y es mejor. Es el misterio natural de nuestro pasado: no hay fotos pero se puede escribir un libro para contarlo. Una vez, Yola Polastri le contó a Pedro Canelo, periodista de El Comercio que vaya y busque uno de los últimos videos sobre sus programas que acababa de publicarse en YouTube, esa red social donde todo es para siempre. El reportero hizo caso, pasó una tarde haciendo búsquedas y cuando encontró el milagro escribió un post en Facebook al que tituló, con astuto criterio periodístico y sentido de lo viral “Yola descubrió a Paolo”. El video tiene más de 30 mil vistas en la red social.
—Él es el futuro crack del fútbol peruano fue lo que dije; qué lujo, recuerda Masías hoy, ya con el pelo y la barba cana, satisfecho por ser parte de la historia, como Colón.
Aquí debería empezar la segunda parte de la película sobre la vida de Paolo Guerrero.