Antes de llegar a Alianza Lima, Gustavo Costas ya sabía qué era ganarle a Universitario de Deportes y a Sporting Cristal. En el verano de 1989, con la camiseta del Racing Club de Avellaneda, Costas superó una vez a los cremas y dos veces a los celestes por la Copa Libertadores de América. Casi quince años después, el excapitán de la ‘Academia’ llegaba al Perú para escribir una larga historia con el club blanquiazul. Su presentación fue un 18 de abril del 2003. Ese mediodía, en un salón del estadio Alejandro Villanueva, los periodistas deportivos asistimos a una bulliciosa conferencia que hacía contraste con el silencio de ese Viernes Santo.
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Ese día las portadas de los diarios compartían el mensaje del papá Juan Pablo II por Semana Santa desde el Vaticano. El pedido más fervoroso del papá peregrino fue que terminara la Guerra en Irak (ocho meses después fue capturado Saddam Hussein). Desde la radio, la canción que lideraba las preferencias era “Algo Contigo” de Vicentico.
Costas, también argentino como el ex-Fabulosos Cadillacs, iniciaba un vínculo deportivo marcado por la fe. Antes de cada partido con Alianza Lima, Costas besaba el rosario que colgaba de su cuello. Su devoción católica lo llevó hasta la inscripción en la Hermandad del Señor de los Milagros. Dos días después, Alianza Lima le ganaba 2-1 a Atlético Universidad de Arequipa. Más allá de cualquier creencia, Costas siempre se mostró como un optimista del banquillo. Con los íntimos no solo logró un bicampeonato entre el 2003 y 2004, sino que, cuando volvió seis años después, se convirtió en el técnico que dirigió más partidos en la historia de Alianza Lima.
Su sonrisa en La Victoria solo se borró cuando en el 2010 unos socios aliancistas lo acusaron de asociarse con el expresidente Guillermo ‘Pocho’ Alarcón para transferir y contratar jugadores. “Si tienen pruebas de que robé, mañana mismo renuncio”, fue una de sus últimas declaraciones antes de irse del Perú.
-Personaje de comic-
Sin antecedentes en el fútbol peruano (salvo esos duelos de la Libertadores de 1989), Costas comenzó a exhibir su carisma a pesar de que los diarios populares de esos años lo rebautizaron rápidamente como “Garganta de Lata”. Esa alusión al personaje de “Condorito”, sumada a su paciencia para atender siempre a la prensa ayudaron a que se haga popular muy rápido.
A Gustavo Costas le tocó impulsar los primeros días de Jefferson Farfán como titular del club victoriano. El argentino, además, registró una marca importante para la memoria del hincha más orgulloso: ganarle dos finales consecutivas a Sporting Cristal. Y las dos veces en el estadio Nacional.
Después de los dos títulos, la carrera de Costas como técnico siguió llenando vitrinas con trofeos en toda Sudamérica. Fue campeón en Paraguay con Cerro Porteño y en Ecuador con el Barcelona de Guayaquil. En el 2010, Costas dirigió a Alianza Lima en esa Copa Libertadores que cada año se consolida como momento top en la historia blanquiazul. Sí, fue el torneo donde las tribunas de Matute tuvieron un efecto sísmico en cada gol anotado al Estudiantes de La Plata de Alejandro Sabella.
Ese 4-1 a los ‘pincharratas’ fue, quizá, la última fotografía festiva de Costas con Alianza Lima. Después vino la eliminación en octavos de final ante la Universidad de Chile y las críticas por su amistad con el ex presidente blanquiazul ‘Pocho’ Alarcón, quien el 2014 fue condenado a cinco años de prisión por los delitos de fraude y falsedad en contra de Alianza Lima y los Registros Públicos.
-Siempre candidato-
Cuando se fue Pablo Bengoechea de Alianza, antes de que se haga oficial la llegada de Mario Salas, otra vez sonó el nombre de Gustavo Costas como una opción de retorno. El argentino no pasaba buenos ratos en el Guaraní de Paraguay y, a pesar de lo que digan sus detractores, su nombre aún es sinónimo de buenos recuerdos. Por el bicampeonato 2003-2004 y por esa 4-1 ante Estudiantes, esa noche de un Wilmer Aguirre imparable y de Matute hecho una caldera.
Si bien esa candidatura de Costas es permanente en La Victoria, habría que hacer un poco de investigación en los archivos para entender que las puertas de Matute están cerradas, por ahora, para él. Fernando Farah, una de las cabezas del Fondo Blanquiazul, fue uno de los socios que pidió que se investigue a Costas en medio del descalabro económico blanquiazul. Ese desbalance en las arcas, protagonizado por Alarcón, y que condenó a Alianza a un estatus de administración temporal (y que continúa hasta hoy).
En febrero del 2010, acompañamos a Alianza Lima en su visita a Bolívar de La Paz por la misma Copa Libertadores. Nuestro vuelo tuvo un retraso por mal tiempo y no llegamos a la hora pactada con Gustavo Costas en el lobby de un lujoso hotel paceño. Cuando nos acercamos a él quisimos apelar a la nostalgia para convencerlo de dialogar antes que se vaya a dormir. Le mostramos fotos de aquel Racing ochentero, donde Costas compartió equipo con Julio César Balerio (era el suplente del ‘Pato’ Fillol) y con Marcelo Asteggiano. Ese noche, Costas nos adelantó una cábala: ya no solo iba a besar el rosario sino que también iba a usar terno.
A Gustavo Costas siempre le gustó dirigir en buzo, pero en ese viaje a La Paz sus dirigidos le “sugirieron" que use algo más formal. “Profesor, es un torneo internacional ¿cómo va a dirigir en buzo?”, le dijo uno de los líderes del plantel. Costas usó un terno azul marino en la victoria aliancista en la capital boliviana. Repitió el ‘look’ en la goleada ante Estudiantes y en el empate ante la U. de Chile que eliminó a Alianza en ese torneo. Hay cábalas con fecha de vencimiento y otras que exigen fidelidad eterna. Costas besó ese rosario antes de campeonar con Independiente de Santa Fe de Colombia y antes de ganarle al Corinthians con el Guaraní en Paraguay. Ese sobretodo elegante que usó en Santiago de Chile, aquel 2010, no lo volvimos a ver.
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