No hay risas en Río, por Jerónimo Pimentel [OPINIÓN]
No hay risas en Río, por Jerónimo Pimentel [OPINIÓN]
Jerónimo Pimentel

Como lo demostraron Kuper y Szymanski, es sumamente improbable que la organización de un megaevento deportivo tenga alguna repercusión económica positiva en la ciudad o el país organizador. En el mejor de los casos, ser el anfi trión de un Mundial o de unos ayuda a aumentar los índices de felicidad de las poblaciones de ingreso alto que ya tienen resueltas sus necesidades básicas. Río de Janeiro está lejos de ser un ejemplo de ello.

Los problemas de seguridad ciudadana, los temores que despierta la epidemia de zika, los desplazamientos forzosos de población para poder construir infraestructura, las demoras en el levantamiento de estas instalaciones, la repercusión ambiental de las obras, los escándalos de corrupción que involucran a las empresas benefi ciadas con las licitaciones, la recesión económica en la que ha caído Brasil y la suspensión política de Dilma Rousse‑ son algunos de los factores que llevan a pensar en un desastre. Tampoco han colaborado para crear un clima de júbilo circunstancias externas como el largo proceso que ha seguido el Comité Olímpico Internacional contra los atletas rusos, a quienes se les acaba de entreabrir una puerta para que puedan competir. Su eventual asistencia, al menos, ayudará a disipar la idea de unos Juegos Olímpicos disminuidos o propios de la Guerra Fría.

Existe cierto optimismo que en el Perú llamaríamos criollo respecto a que, de alguna forma, así sea a última hora y fuera de agenda, los cariocas podrán poner la ciudad a punto. Es probable que lo logren. Menos verosímil, sin embargo, es que en agosto, cuando el evento haya concluido, la ciudadanía pueda pensar que el esfuerzo ha tenido consecuencias plausibles. Ya el Mundial de hace dos años dejó al país con varios elefantes blancos, como el estadio de Manaos, el de Curitiba y el Mané Garrincha de Brasilia, que por su ubicación geográfi ca no tienen vida deportiva útil (uno que otro concierto no es sufi ciente para justifi car el costo de mantenimiento mensual). En el caso de Río de Janeiro, las autoridades argumentan que poseen un plan para reconfi gurar las instalaciones erigidas que, luego, se destinarán a la vida educativa, pero eso está por verse. También será momento de evaluar, una vez hechas las cuentas, si habrá valido la pena haber puesto sobre la mesa alrededor de US$10 mil millones (las cifras varían), de los cuales alrededor del 40% provendría del presupuesto público.

Muchos países que desean cambiar su posición geopolítica en el mapa creen que alojar al mundo por un mes es el camino corto para obtener atención y ascender de status internacional. Lo cierto es que este es un pésimo atajo, pues cuando lo que se evalúa es prestigio y posicionamiento la publicidad negativa sí resulta contraproducente. Lima, próxima sede de los Juegos Panamericanos 2019, debe aprender la lección y aprovechar la oportunidad para acortar el défi cit de infraestructura social y deportiva que tiene. La meta no debe ser formar parte de la OCDE ni tratar de ingresar al Primer Mundo a empellones; esa debe ser la consecuencia de un largo trabajo que aún no se ha hecho y que no se suplirá con la luz de una antorcha.

LEE TAMBIÉN...

Contenido sugerido

Contenido GEC