A treinta minutos del centro de Río de Janeiro, una carretera en subida te anuncia la llegada a ese condominio exclusivo llamado Barra da Tijuca. Allí, en el Hotel Windsor, se hospedó la selección peruana durante la última Copa América de Brasil. André Carrillo, quien arrancó el torneo como suplente, recibió una noche la visita inesperada de un extécnico a quien siempre le guardó un afecto especial: era el portugués Jorge Jesús.
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Ese técnico con apellido redentor llevaba unos pocos días en Río. Se había alojado también en el Windsor luego de firmar contrato con el Flamengo de Brasil. Unas semanas antes, el entrenador Abel Braga fue cesado del 'Mengao' luego de un empate con Peñarol en Montevideo por la Copa Libertadores de América, que casi deja al ‘Fla’ fuera del torneo. Eran inicios de junio y Jorge Jesús no se había reunido aún con su plantel.
Jesús vivía momentos de adaptación en sus primeras semanas en Sudamérica. Después de haber pasado con éxito por los principales clubes lusitanos (Benfica, Sporting de Lisboa y Braga), este técnico cruzó el charco hasta llegar al fútbol árabe. En el Al-Hilal, equipo de Ryad, le encomendaron un solo objetivo: campeonar en la liga. Jorge Jesús hizo pedidos para reclutar jugadores. Y uno de los primeros nombres en la agenda fue el de André Carrillo.
El extremo peruano aún entrenaba con el Benfica después del Mundial de Rusia 2018 donde había sido la principal figura de la selección peruana. La oferta era atractiva en el plano económico y, además, Carrillo iba a reencontrarse con Jorge Jesús, a quien llamaba “papá”. La relación se fortaleció en Arabia, aunque la convivencia no fue mayor a un año. Un jeque saudí decidió rescindir el contrato del portugués, a pesar de que era líder del torneo. Al poco tiempo, llegó la llamada de Rodolfo Landim, el empresario petrolero que preside el Flamengo.
Carrillo aún convivía con la presión deportiva de volver a ser titular en Perú. Se escribían columnas y se diseñaban portadas con el debate que duró más en la Copa América: “¿debe arrancar André o no?”. Y en medio de ese estrés por recuperar su sitio en el once titular (al final lo logró), llegó el tranquilizante con pelo largo y algunas canas. Con su look de actor hollywoodense setentero, Jorge Jesús lo buscó para tomar un café y darse un fuerte abrazo.
La cita fue en el último piso del hotel, donde había una piscina y una barra. Más allá del reencuentro de amigos del fútbol, Jesús le pidió conversar a Carrillo para pedirle un favor especial: quería conocer a Miguel Trauco, quien aún era lateral izquierdo del ‘Mengao’. Esa charla de tres personas duró algunos minutos en el Hotel Windsor. Jorge Jesús felicitó a Trauco por su desempeño como titular en la selección. En esos mismos días apareció el rumor en medios brasileños sobre la posible llegada de Carrillo al Flamengo. Nunca existió esa posibilidad: por plaza de extranjeros en el ‘Fla’ y por el costoso salario del atacante nacional.
Después de la Copa América, Jorge Jesús le dio un voto de confianza a Trauco en el Flamengo al hacerlo alternar en algunos partidos después del torneo continental. Lamentablemente, el peruano no pudo consolidarse en el puesto y fue vendido al Saint Etienne de Francia.
Hoy, luego de haberle dado trato de equipo europeo a este poderoso Flamengo, Jorge Jesús pasó del lejano campeonato árabe a ser un entrenador querido por la barra más grande del mundo. Su camino a la gloria está señalizado. Después de lo hecho en la Copa Libertadores, debería volver a un equipo de primer nivel en Europa. Ojalá no haya perdido el teléfono de André Carrillo, ese futbolista peruano a quien lo arropó con cariño paternal en Lisboa. Ojalá lo llame y recuerde que los hijos siempre vuelven.