Maria Andrejczyk ganó su primera medalla de plata en Tokio 2020 y su alegría se convirtió en un gran acto de solidaridad. (Foto: Matthias Hangst / Getty Images)
Maria Andrejczyk ganó su primera medalla de plata en Tokio 2020 y su alegría se convirtió en un gran acto de solidaridad. (Foto: Matthias Hangst / Getty Images)
/ Matthias Hangst
Redacción EC

Llegar a los fue todo un reto. Tener una presentación exitosa y llevarse su primera medalla de plata se convirtió en su mayor orgullo luego que su jabalina alcanzara los 64,61 metros. Hoy esa alegría se trasformó en solidaridad y en un acto que desencadenó la admiración de millones, ¿por qué?. Esta es la historia de la lanzadora polaca Maria Andrejczyk quien demostró que una presea no es más importante que la vida de una persona, por lo que inició una campaña para subastarla y salvar a un bebé de 8 meses que necesita una cirugía cardíaca.

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Ella se enteró del caso de Milos, un pequeño que requiere pagar la intervención en Estados Unidos. Con la intención de ayudar a los padres empezó la puja en 44 mil euros (más de 51 mil dólares) y rápidamente superó los 100 mil euros (más de 116 mil dólares).

“El valor real de una medalla siempre permanece en el corazón. La medalla es sólo un objeto, pero puede ser de gran valor para otros. Esta medalla de plata puede salvar vidas en lugar de acumular polvo en un armario”, señaló la atleta en una entrevista con la televisión polaca y que ABC.

Historia con final feliz

La medalla de plata de Maria Andrejczyk fue comprada en la subasta por la marca Zabka Polska, pero la sorpresa fue mayor cuando la cadena de tiendas de alimentación se la devolvió.

“Nos conmovió mucho el gesto de nuestra atleta olímpica, por lo que decidimos apoyar la recaudación de fondos para Milos, pero también decidimos que la plata se quedara con Maria”, informó la cadena de supermercados en un en Twitter.

La historia de Milos tendrá un final feliz, pues se recaudó el dinero para su necesaria operación al corazón, pero Maria Andrejczyk también salió ganadora al conservar su presea y tener la gran satisfacción de haber ayudado a salvar la vida de un pequeño compatriota.

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