“Son muy pocas las partidas que podrían ser consideradas arte, la mayoría son una guerra”, afirma sin ninguna pretensión intelectual Magnus Carlsen, el joven campeón del mundo de ajedrez. No son pocas las veces en las que ha sido su coraje, y no su pericia estratégica o su genialidad, lo que lo ha rescatado de algún jaque amenazante. Lo de ‘Mozart del Ajedrez’ suena muy bien, pero no es cierto, comenta entre los suyos. Tiene claro, la experiencia se lo indica, que su capacidad para jugar al límite y su valentía para tomar más riesgos que los otros son fundamentales en su suceso. Si a eso se le suma su inteligencia proverbial, la silueta del prodigio empieza a perfilarse.
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En palabras de Leontxo García, especialista en este juego que también es ciencia, el noruego, versátil en talentos, reúne algunas virtudes de los íconos del pasado. “Posee la naturalidad de Bobby Fischer, la profundidad analítica de Anatoly Karpov y el instinto asesino de Garry Kasparov”, su entrenador por un tiempo. Además, acaba de cumplir 29 años. Es decir, es nativo digital. Pocos deportes como el ajedrez se han beneficiado tanto de la revolución de la informática. Lo que antes se aprendía en un año con tableros y libros, en esta era tecnológica, a través de la repetición, la data y las variantes se adquiere mucho más rápido.
La modernidad ha optimizado sus destrezas, pero el temperamento competitivo le viene a Magnus desde la cuna. No mostró interés en el tablero hasta que vio, a los 5 años, cómo su padre intercambiaba piezas con su hermana mayor.
“Jugar ajedrez hasta el mundo es cierto, jugar ajedrez hasta el hombre es bueno, jugar ajedrez hasta el cielo es cielo”, escribía Ariel Petrelli sobre este deporte nacido en el corazón de la India Septentrional en el siglo VI y del que los expertos vaticinan que Magnus se convertirá en su mejor exponente histórico.
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Garry Kasparov, el oso de Bakú, por ejemplo, considerado el súmmum del ajedrecista, alcanzó la cima a los 22 y estuvo dos décadas en lo más alto, Carlsen ha llegado a ella a los 19 y ya lleva diez años en la cúspide. Además, el noruego tiene un registro de 120 partidas invicto, algo que ningún otro gran maestro ha podido conseguir.
Lejos de peones y alfiles, Carlsen es un apasionado por el fútbol. Suele jugar de lateral izquierdo en su equipo. Es hincha recalcitrante del Real Madrid y ha podido dar tres veces el ‘play’ de honor en el Bernabéu.
El gran maestro peruano Julio Granda cuenta que ha podido jugar contra él y que entre los ajedrecistas funge de delantero. “No es un astro, pero la conoce y todo lo ve gol”.
En otros rubros, Magnus ha ganado la versión noruega de “Mira quién baila” y ha sido modelo de una marca famosa junto a la actriz Liv Tyler. Le gusta, como Lio Messi, dormir largas horas cuando su actividad deportiva no lo reclama. Suele practicar hasta el alba movimientos que después ejecuta en las partidas por los puntos.
Detesta perder y esa ha sido, cree, la mayor razón de su éxito. No se conforma nunca. La historia es ahora su mayor rival. Se ha convertido en adicto a los triunfos. Quiere ser recordado como el mejor y en esa misión está.
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