Maya Angelou no lo podía creer. Las sorpresas se sucedían una tras otra. Primero, que Mike Tyson le pidiera que lo visite en la cárcel. Después, que fuese más bajito que ella. Y, por último, que le pregunte a destajo por el eurocentrismo en la obra de León Tolstói. La escritora, que en principio había acudido al penal por humanidad, dinamitaba al escuchar esa voz finita y con ceceo todos los estereotipos que tenía sobre el boxeador. Se puede ser intimidante y sensible al mismo tiempo. Depende de dónde, con o contra quién.
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Han pasado 30 años de aquella visita. Tyson, por entonces, solo había perdido un combate que debió ganar. James Douglas estuvo 14 segundos en la lona en el octavo round antes de ponerse de pie y noquear al campeón, mal entrenado, dos asaltos después. El réferi hizo eterno el conteo. No había equivalencias cualitativas: Douglas no estaba a su altura, pero en esa velada de Tokio se aprovechó de la debilidad de un Tyson afligido por el distanciamiento de Robin Givens, su mujer.
Tuvieron que pasar seis años y nueve peleas más para que Mike volviera a desplomarse. Evander Holyfield fue el culpable. Siete meses después se vieron en la revancha. Fue la noche del mordisco de Tyson en la oreja de su rival. Después, nada volvió a ser igual. Holyfield y Tyson se ‘siamesaron’ y construyeron sobre el ring vulgares caricaturas de sí mismos.
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Tras la dentellada infame, Tyson subió 10 veces más al cuadrilátero. Ganó cinco, perdió tres y dos de sus peleas se invalidaron porque hallaron cannabis en su sangre. Holyfield insistió un tiempo más y acumuló 20 batallas con diez victorias, dos empates, siete derrotas y un combate nulo. Estadísticas grises para dos campeones ilustres. Algunas de esas derrotas fueron ante oponentes a los que hubiesen barrido en su esplendor. El boxeo los forzó al retiro.
Ahora han regresado. Al menos eso es lo que proclamaban tras compartir, cada uno, 30 segundos de sus entrenamientos en las redes sociales. Ambos lucen espléndidos, sobre todo Tyson, pero es solo medio minuto. La memoria no evapora el recuerdo: el 2005 sucumbía ante Kevin McBride, un irlandés discreto que despachó a ‘Iron’ Mike en seis asaltos. No es mejor la imagen de Holyfield dando tumbos contra púgiles menores. De todas formas, el rumor se ha instalado y ha cobrado vida: 11 de julio en Diriyah, Arabia Saudí, “Tyson vs. Holyfield 3”. De eso da cuenta el póster que nadie ha confirmado, pero que tampoco nadie se ha encargado de desmentir.
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Tyson, contra lo que se cree, es un hombre inteligente que supo cultivarse en sus años de encierro. Holyfield siempre ha sido un tipo cauto en lo que dice y sabio en sus acciones. A estas alturas, ninguno está en condiciones de arriesgar la salud. Ni siquiera para un combate a beneficio, como han sugerido sus amigos más cercanos. Esta vez, la nostalgia se ha extralimitado. El pasado es pasado por algo. No se trata ya de ser intimidantes o sensibles. Es simple sentido común.
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