Miguel Villegas

Así le pegaba Ñol, pero con la derecha. No ejecutaba sus remates, los diseñaba con el pie para que fueran obras de arte. Eran otros tiempos, claro, cuando Boca le pertenecía más a Maradona que a Riquelme y cuando la selección peruana, ese equipo que nunca iba a los mundiales, vendía un jugador cada milagro y la presencia de Nolberto Solano en la Bombonera era una noticia a seis columnas, que se leía en El Comercio, se recortaba de El Bocón y los jueves se volvía a leer en Once. Jugar en Boca Juniors era, como ahora, llegar a la élite de Sudamérica y allí radicaba la recompensa. Unos minutos buenos eran discusión toda la semana, un golazo significaba llevarse toda la atención. Hoy se dice de otra forma: un patadón así como los de Luis Advíncula se vuelve viral.