La calidez de Julio Meléndez se percibe en cada palabra. “Sobrino”, repite, y se lanza con los recuerdos de cuando el fútbol argentino se rendía ante su fútbol de galera y frac. “El área era como mi casa”, señala, derramando nostalgia, quien es considerado uno de los grandes zagueros de la historia de Boca Juniors.
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—Don Julio, se cumpieron hace poco 50 años de la última vez que se puso la camiseta de Boca Juniors (30 de julio de 1972). ¿Por qué el hincha, incluso aquellos que no lo vieron jugar, lo sigue recordando?
Es por la sencillez y la humildad. Fui una persona que en mi pobreza, en mi juventud, siempre demostré cariño y estimación por los demás, nunca me creí la figura. En Boca me recuerdan como el peruano, no como Julio Meléndez, sino como el peruano…
—El peruano y su ballet...
Jejeje… “El Peruano y su ballet”, así me pusieron. Pero con sencillez y cariño.
—Luis Advíncula y Carlos Zambrano jugaron varios clásicos ante River. ¿Pero cómo es jugar un clásico argentino? ¿cómo se lo enfrenta? ¿Hay nerviosismo?
Sí, te pones nervioso porque la hinchada está pensando que debes demostrar que por algo estás en Boca Juniors. Además, todas las hinchadas están pendientes del partido, no solo las de Boca o River. Lo mío era dejar bien puesto el nombre del Perú. Ese “Y ya lo ve, y ya lo ve, es el Peruano y su ballet”, que cantaban, lo demostré con humildad y sencillez. En esa época, Boca tenía figuras en cantidad: Roma, Marzolini, Rattin, Madurga… luché contra muchos jugadores y salí como el mejor, siendo recordado hasta estos momentos.
—¿Cómo lo ve a Zambrano, a Advíncula, ambos campeones con Boca?
Les deseo de todo corazón que triunfen y ganen. Ojalá que a Boca lleguen muchos más peruanos. Se siente el cariño de toda la hinchada.
—Es fácil ser un defensor que revienta los balones ante el peligro. Requiere más valentía salir tocando desde su área como usted lo hacía. Y sin recurrir a la violencia.
Un periodista argentino dijo una vez: “Noventa minutos y el peruano no ha hecho un foul siendo back central”. A la pelota la quería y la sigo queriendo. Yo salía jugando, era lo más grande para mí. Una vez me expulsaron jugando contra River. El réferi me dijo: discúlpeme Meléndez, pero lo tengo que expulsar. Me acompañaron fuera de la cancha Pinino Más y Ermindo Onega, que eran mis rivales. Fue lo más lindo, y lo más gracioso…
—En un partido ante Sporting Cristal, por la Libertadores, expulsaron a 19 jugadores. Faltaron los arqueros y usted
Jejejee… no me expulsaron, y se llevaron a los demás a la comisaría. Recuerdo que a la 1 de la mañana me llaman Alberto J. Armando, el presidente de Boca, con Rattín. “Negro, tenés que acompañarme”. Y yo le digo: “Ahí no voy ‘Rata’, no voy preso, mañana voy”. “Vamos a dejar pizzas”, me dijo. Y fuimos, y ahí estaban Orlando de la Torre -que en paz descanse-, Eloy Campos, Mellán, José del Castillo, Alberto Gallardo, todos conversando. Al día siguiente salieron. Solo me han expulsado dos veces, la otra fue ante Estudiantes. Había que hacer respetar el área…
—El área era como su casa...
¡Era mi casa, sobrino! Entraba y salía, yo sabía por dónde salir. A veces recibía a la visita por la puerta falsa o por la de adelante… jejejeje… yo sabía por dónde recibirlos. Era mi casa.
—¿Y cómo medía a los rivales?
El back central ve todo el panorama. Si viene un delantero por la izquierda, te tiras un poco por ahí, vienen por la derecha, igual… hay backs centros que no hacen eso. Yo aplicaba la ley de la anticipación. Si estabas de espaldas, yo iba detrás tuyo sin pegarme. Me ponía a medio metrito y tin… ¡toma! Anticipaba y salía. El hermano de Ermindo Onega, Daniel, le gritaba “llévate al negro, sácalo, sácalo del área…”. Y el Negro no salía porque era su casa, ya sabía por que puerta atenderlo.
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