- He visto un chico que hizo lo que quiso con mi equipo.
En el verano del 2012, Aníbal Ruiz arribó a Huánuco para dirigir a León. Había pasado un mes desde que dejó la Universidad San Martín, equipo con el que dos años antes había salido campeón. El ‘Maño’ cumplió la rutina de todo equipo en épocas de sol radiante: primero pretemporada, luego amistosos. Uno de los primeros exámenes que rindió su equipo fue contra la Sub 18 de Esther Grande de Bentín. El partido terminó en empate. Fue dos a dos. Los goles de Bentín los hizo un chico de 16 años, de tez morena y metro ochenta. Se llamaba Renato Tapia.
El ‘Maño’ no esperó mucho tiempo. Levantó el teléfono inmediatamente después del partido. Se puso los lentes y llamó a Carlos Gonzales, que ya era representante del jugador. “Es lo mejor que he visto desde que estoy en Perú. Es un fenómeno”, le dijo. En esa misma línea, un año más tarde, Markarián confesó a CMD que había un futbolista que lo volvía loco. “No tiene vergüenza para pegarle una patada a Pizarro o a Guerrero”, señaló. Don Sergio se metió en una encrucijada. No sabía si decir o no de quién se trataba. Hasta que al final optó por revelarlo. Ese futbolista, confesó, era el mismo que había maravillado al ‘Maño’. Era Tapia. El chico de 16 de metro ochenta.
Renato se paró en la cuna sabiendo que sería futbolista, dicen sus padres. A los seis años jugaba en el equipo de la escuela municipal de San Luis, donde vivía junto a su familia, exactamente frente a la Videna. A los nueve en Sporting Cristal, y dos años más tarde en EGB por decisión de su padre, Luis. “Lo tuvimos muy chico”, cuenta Jaime Noriega, presidente de Bentín. “Era muy disciplinado, con mucha técnica”, recuerda. Pero como en todo lugar y momento, Tapia tenía un enemigo. Jugaba en Alianza Lima. Era, más que un rival acérrimo, una competencia. Los mejores de cada club siempre rivalizan. El rival que discutía su juego era Sergio Peña, el actual Sub 20 que juega en Alianza Lima. “Hubo rivalidad. Las dos familias se agarraban de boca. Con el tiempo se hicieron amigos”, cuenta Gonzales en diálogo con Deporte Total.
En Bentín Tapia era volante central. Jugaba por delante de la zaga conformada por Horacio Benincasa (hoy en la ‘U’) y Marcos Ortiz (en Cienciano). Con Benincasa tiene una historia aparte. Se conocen y juegan juntos desde que estaban en el colegio San Agustín. “Más que mi mejor amigo, es mi hermano”, dice Benincasa. La relación es tan cercana que Horacio fue testigo de la boda de Renato en diciembre pasado en el Club La Unión y es padrino de su hijaNiara.
En San Agustín jugó hasta de delantero. “También de 10. Pero la posición con la que nací y siempre jugué fue de seis”, reconoce Tapia. El puesto no es un tema menor. En el 2011, el Liverpool de Inglaterra rechazó su contratación. Pasó lo siguiente. Con 15 años, Tapia recibió una invitación para entrenar dos semanas con los ‘reds’. Llegó como back central y disputó cuatro partidos con la Sub 19. Ganaron todos. Lo fue a ver Kenny Dalglish, en ese entonces técnico del primer equipo. Después de las pruebas, decidieron aceptarlo. Sin embargo, hubo un problema. El departamento médico se opuso a la contratación del peruano. Estimaban que alcanzaría 1,85m de estatura y el requisito mínimo era 1.90m. Lo dejaron ir. Fue un adiós a medias, en realidad.
Liverpool volvió a invitar a Tapia, poco tiempo después de rechazarlo. Esta vez lo citó para que se pruebe de volante. Era una formalidad. Ya sabían cómo jugaba. Lo llamaron para que en este puesto sí pase la prueba de estatura. En la volante ya no le exigían el metro noventa. Pero fue demasiado tarde. Cuando el club inglés llamó ya había surgido la posibilidad de ir al Twente y, finalmente, decidió aceptar el proyecto del club holandés. Firmó contrato hasta julio de 2017. El proyecto de Twente incluía la convivencia en casa de una familia (mujer colombiana con esposo holandés) escogida por el club para ayudarlo a sostener su nuevo estilo de vida, lejos de Lima. Recién hace poco más de medio año Renato optó por vivir solo. Ya adaptado. Ahora lo hace junto a su esposa.
-¿Qué tan difícil es para un jugador de tu edad incluirte en una nueva sociedad?
- No sé si sea un tema personal, pero siempre supe a lo que vine. Me mentalicé en que tenía que quedarme aquí sea como sea.
Y esa es la gran virtud de Tapia.
“Más allá de ser un futbolista con talento, su gran virtud es la cabeza. Y eso es mérito de la familia”, opina Noriega, quien conoce al volante desde los diez años. “Talento sin mentalidad es para un jugador de corto plazo. Tapia cumple los requisitos. Tiene un gran futuro”, dice en la misma línea Daniel Ahmed, técnico de Sporting Cristal, y quien lo tuvo en la Sub 20 durante el Sudamericano del 2013.
El camino de Tapia en el fútbol aún es bastante largo. Aún está a kilómetros de ser el futbolista que todos opinan que es. Tiene proyección, pasta, pero mientras menos errores cometa será mejor. Los elogios confunden. Y él lo sabe. Por eso trabaja en silencio. Conforme el tiempo pase y las obligaciones y las exigencias sean mayores, deberá demostrar si su talento puede ser útil más de noventa minutos con la selección.
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— DT El Comercio (@DTElComercio) November 14, 2015
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