Con nueve títulos de constructores y siete pilotos Williams es la segunda escudería más importante de la categoría desde la frialdad de los números. Ni el capote de Mercedes con Hamilton o el tándem de títulos entre Vettel y Verstappen, han podido superar la predominancia del otrora equipo británico en la Fórmula Uno.
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Así, ese mismo auto manso que hoy trota sin ambición por los trazados de la temporada llevando en la trompa uno de los logos más insignes de una división, pareciera destinado a tener como estrategia evitar que los líderes le saquen vueltas. Inalcanzable parecieran los días de Mansell, Prost y Villenueve y sus monarquías o el coraje que mostraron en el río asfáltico (sin títulos, pero con puntos) Montoya o Ralph Schumacher.
Como recordaremos en el 2020 la escudería fue adquirida por Dorilton Capital, un fondo de inversión estadounidense, por más de 150 millones de euros. En su momento la acción fue catalogada como una salvaguarda para un equipo que no daba la talla y las exigencias presupuestarias los ahogaban.
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La operación además tenía una condición: el equipo mantendría el nombre hasta el 2025 en el camino trazado de volver a los lugares protagónicos de la parrilla. Hoy empezando el 2023 el plan original se ve más lejano mientras vemos que el único capital que tenía la escudería, el nombre, se marchita cada domingo.
Este inicio de temporada el equipo tomó una decisión importante: dejar ir a Jost Capito, team manager que llegó en el inicio del proyecto con la intención de refundar el equipo. Capito se fue y entre todo lo que dijo lo que quedó en evidencia es que los inversionistas habían asumido un proyecto que se les estaba saliendo de las manos. “Lo que estamos haciendo ahora es como operar a corazón abierto mientras el paciente corre una maratón”, fue la frase más dolorosa que utilizó para explicar el complicado panorama que enfrentaba y del por qué daba un paso al costado.
Hoy, en el afán de mejorar, el equipo viene estudiando la posibilidad de cambiar de motorización dejando de lado a Mercedes para apostar por Honda. El problema es que al dejar los propulsores alemanes también abandonan las cajas de cambio por lo que la elección por los japoneses los obligaría a tener que fabricarlas ellos mismos. Un reto no menor un escenario ya de por sí caótico. Mientras tanto el legado de Williams seguirá cayendo en una macabra cuenta regresiva hacia el 2025. Una gloria que hoy está a kilómetros de lo que fue.