“¿Dónde está el sol? ¿A qué hora va a salir el sol? Ya no puedo más”, pronunció Gustavo Lores con total desesperación cuando el reloj apenas marcaba las 5:45 a.m. en California. El peruano llevaba más de siete horas -aterrorizado por tiburones blancos- nadando toda la noche bajo la oscuridad del Canal de Catalina. Los cambios bruscos de temperatura (de 22º a 18º), además, lo hacían sentirse más perdido que nunca. Pero no había forma de tirar la toalla. Y antes de cumplir la gran hazaña, se refugió en su kayak, en su esposa, en sí mismo, en sus raíces…
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Toda su vida Gustavo había nadado en la piscina. La prueba en la que solía competir, hasta sus 17 años, era 1.500 libres, la distancia más larga de la natación olímpica. Esto, de por sí, era una especie de señal oculta. Él quería ir más allá de los límites de la piscina, aunque aún no se había dado cuenta de ello en plena juventud.
De hecho, después de cumplir la mayoría de edad, Lores dejó de nadar bastante tiempo. Pero, como dicen, todos vuelven al lugar donde fueron felices. Así pasó con él, retornando a su travesía acuática con la justificación perfecta de que no estaba llevando una vida tan saludable.
“Yo trabajaba en una empresa comercializadora de licores y mi trabajo era bastante de noche. Tenía una vida bien diferente al deporte. Engordé bastante, terminé pasando casi 100 kilos y ya por un tema de salud dije ‘no, yo soy un deportista de toda la vida. Tengo que regresar a nadar’. Regresé con los Masters y la verdad que me fue increíble”, cuenta.
Al retomar la acción, Gustavo se dio cuenta que aún tenía gasolina de sobra para hacer lo que más ama. Pero ya no quería limitarse nadando en la piscina, sino que también quería disfrutar las maravillas del océano. Poco a poco, el mar se convirtió en su principal refugio, pasando horas y horas practicando bodyboarding, siendo muy feliz.
Todo cambió un día inesperado en el que un grupo grande de nadadores, llamado ‘Los Marlines’, le invitaron a compartir cruces de larga distancia en el mar limeño y chalaco, conscientes de su gran capacidad. De hecho, una especie de requisito para ser parte de este grupo es hacer la famosa Ruta Olaya.
¿De qué trata? De una misión que para muchos luce imposible. Hace muchísimos años, nuestro mártir José Olaya nadó de Chorrillos hasta el Callao en la lucha por la Independencia, pese a las bajas temperaturas del mar. Hoy en día, muchos intentan emular esa gesta heroica a modo de desafío.
En ese contexto, Gustavo Lores -hoy de 40 años- decidió aventurarse en el 2014 a hacer su primer nado de ultradistancia. Su ruta fue simplemente de tres kilómetros. Pero esos tres luego se convirtieron en los 22 km de Olaya. Y ya nada lo podía frenar.
El camino a la internacionalización
Después de la primera vez, se volvió una especie de pasatiempo que Gustavo hiciera la Ruta Olaya. Repitió los 22 kilómetros de trayectoria más de una vez. Y lo mejor es que no se tomaba mucho tiempo. Mientras la mayoría tardaba ocho o nueve horas en lograrlo, él lo hacía en cinco horas en promedio (4 horas y 45 minutos fue su mejor tiempo).
Pero él estaba destinado a cosas más grandes de las que podía imaginar. En el camino, tuvo “la suerte” de conocer a Eduardo Collazos, un gran amigo suyo, que ya estaba iniciando su lucha por lograr la Triple Corona de aguas abiertas, la cual trata de tres cruces de gran magnitud: la vuelta a la Isla Manhattan (48 km), el Canal de Catalina de noche (32.5 km) y el Canal de la Mancha (34 km).
Con él, Gustavo extendió un lazo amical bastante importante. Incluso, juntos formaron el ‘Equipo de Aguas Abiertas de cruces de ultradistancia del Perú’, en el que vienen trabajando ya un buen tiempo. “Nos conocimos en los primeros cruces de la Ruta Olaya y solíamos competir. Yo lo veía como rival y quería ganarle, pero terminó volviéndose mi inspiración”, destaca.
Motivado por su compañero, Gustavo decidió aventurarse en desafíos más complejos a nivel internacional. Pero antes debía hacer un gran cruce local para confirmar que estaba totalmente preparado para intentar la Triple Corona igual que Collazos (en el 2020).
“Me puse el reto de hacer la Ruta Olaya ida y vuelta sin wetsuit y sin aletas. De porrazo. Hice el reto en el 2021 y lo cumplí, me demoré 12 horas nadando. Fui el primer nadador peruano que hizo esa ruta sin wetsuit y aletas. Entonces, me di cuenta que podía internacionalizarme y apostar en hacer travesías largas”, narra.
Dos de tres
En busca de la Triple Corona de aguas abiertas, reconocimiento que otorga la World Open Water Swimming Association (WOWSA), Gustavo Lores empezó una travesía que aún no tiene cese. En el mismo 2021, su óptimo currículum y su reciente reto cumplido de 12 horas - la Asociación validó que había aguantado 12 horas en agua fría- le permitieron obtener un cupo en junio para la vuelta a la Isla Manhattan.
Nadando a través de tres ríos, pasando por la Estatua de la Libertad, el peruano logró darle la vuelta a la isla en aproximadamente ocho horas, conquistando así su primera corona. Pero el reto más grande vino tres meses después.
Tras Manhattan, siguió Catalina y ahí sí la preparación mental y física fue mucho más fuerte. Primero, porque se nada de noche en aguas frías y segundo, porque se debe lidiar con un peligro cercano y latente en esas aguas: tiburones blancos.
En toda esta aventura, Gustavo se ha encontrado varias veces con lobos marinos, ha nadado con delfines que le allanaban el camino, ha sufrido un sinfín de picaduras de malaguas, incluso le ha tocado estar sobre una ballena y su cría. Pero nunca antes había tenido a tiburones acechando debajo suyo.
“Con el tema de los tiburones, toda la preparación mental previa fue muy fuerte. Acá en Lima no tenemos tiburones, quizá haya más adentro -no sé-, así que me puse a estudiar bastante y vi todos los documentales que podía. Así me di cuenta que los tiburones en sí no suelen atacar a los hombres. Entonces me fui preparando psicológicamente”, cuenta.
Asimismo, el nadador peruano se compró un aparato llamado Shark Shield, un sensor que bota una radiación eléctrica que de alguna manera espanta a estos temibles animales. Sin embargo, al final eso no le llegó a ser tan útil como buscaba. “Cuando llegué a Catalina, el kayakista me dijo que eso no servía para tiburones blancos, sino para tiburones más pequeños. Al final estás ahí y tienes que enfrentarlo”, relata.
En cuanto a la noche -a las tinieblas- Gustavo se preparó arduamente con largas rutas nocturnas desde Chorrillos hasta Punta Roquitas. Nadaba 10 kilómetros diariamente para luego afrontar más del triple de esa distancia en el Canal de Catalina. Y con ello, pudo cumplir la gesta.
Acompañado por su esposa al lado en un bote de seguridad y guiado por un kayakista, el peruano se sumergió en un mar que desconocía. Sin luz, sin vista, sin algo que resguarde totalmente su seguridad, arrancó la ruta con temor, pero también con todo el deseo de hacer historia.
Aguantó, entonces, toda la noche nadando. Pero llegó un punto en el que ya no podía seguir más en la oscuridad. Estaba desesperado por ver algo de luz y le preguntó a su esposa y a su kayakista -entre gritos de angustia- cuánto tiempo faltaba para que amaneciera. Ambos le respondieron que espere un rato más, que en cualquier rato iba a suceder lo que tanto deseaba. Y él siguió nadando hasta que el sol comenzó a iluminar el final del camino.
“De repente salió el sol y comencé a gritar como loco. Me sentía un náufrago que había visto a Dios. Ni bien salió el sol, media hora más allá se vio la costa y, una vez que ves la costa dices ‘no hay manera que me quede tan cerca’. Entonces, vas con todo hasta el final. Es una sensación increíble. Cuando salió el sol fue como renacer”, detalla.
Así, Gustavo consiguió la gran hazaña en Catalina y lo hizo en un tiempo bastante corto (8 horas y 55 minutos). Con ello, ingresó al top 35 de mejor tiempo histórico de los nadadores de todo el planeta que completaron la misma ruta.
“La organización estuvo muy sorprendida del ritmo que estaba llevando, estaban felices porque el día anterior habían llevado un nadador que se había demorado como 20 horas. Entonces, la verdad que estaban felices que solo haya hecho casi 9 horas”, dice.
La tercera y última corona
Se viene el último reto y el más complicado para completar la Triple Corona: el Canal de la Mancha. De hecho, conseguir un cupo para hacer esta ruta fue bastante difícil. “Hay una cola de dos años. Fue el primero que yo apliqué y es el último que conseguí la cita”, explica. Pero ahora ya no falta mucho. Siguiendo los pasos de su amigo Eduardo Collazos, Gustavo buscará consagrarse por completo en junio del 2023.
Para ello, se está preparando y mentalizando fuerte desde ya. Todos los días, desde muy temprano, mientras muchos duermen, Gustavo sueña con los ojos despiertos y se sumerge en el frío mar de La Punta para tener -un poco- la noción de lo que se avecina para él el próximo año.
“El Canal de la Mancha es de alrededor de 32 kilómetros, pero con corrientes terminas nadando alrededor de 50-60 km. Definitivamente, es el reto más complicado de los tres. El agua, a la fecha que voy a ir, está en 13 grados, que es similar al agua de acá (La Punta), quizá un poquito más fría. Por eso vengo siempre a congelarme, porque en junio (del 2023) voy a estar probablemente 12 horas en 13 grados”, señala.
En estas travesías, Gustavo ya ha lidiado con calambres en las piernas más de una vez, también se le han cansado los brazos (¿y cómo no?), pero ahora el mayor miedo al que se enfrenta es a la hipotermia. Si en Manhattan fueron 22 grados y en Catalina llegó hasta 18 grados, ahora en la Mancha afrontará temperaturas mucho más bajas, de 13 grados aproximadamente.
“Para entrenar para el frío, lo único que queda es ir progresivamente, nadar una hora con frío, dos horas con frío, tres horas con frío, cuatro horas con frío y así sucesivamente. El frío es un factor muy importante porque te puede dar hipotermia y esa es una de las cosas más complicadas en el nado. Si te da hipotermia, te puedes terminar muriendo, porque te duermes literal”, comenta.
Sea como fuere, él espera que el entrenamiento constante que hoy lleva en La Punta, Callao, le termine dando frutos en unos meses en Europa. Además, antes de finalizar este 2022, a modo de preparación, afrontará un desafío local bastante difícil.
“Este año yo quiero acabar con un reto que ya han hecho antes, pero no sin wetsuit y sin aletas, que es darle la vuelta a la isla San Lorenzo. Va a ser un reto de fin de año como para entrenarme para el Canal de la Mancha. Son 32 km que voy a hacer”, apunta.
Una búsqueda incesante de apoyo
Todo lo que ya ha logrado Gustavo Lores cobra mayor valor al tener en cuenta que él no tiene una institución nacional que le respalde, ni con el más mínimo apoyo. Si bien la natación en aguas abiertas es un fenómeno que está creciendo exponencialmente en nuestro país, la Federación Deportiva Peruana de Natación no rige con el tema ultradistancia.
“La Federación está creciendo en aguas abiertas, pero las distancias que suelen participar los chicos son de 5 y 10 km. Creo que apoyándonos a nosotros, ellos también pueden terminar apoyando a estos chicos a que se den cuenta que también pueden hacer estas rutas más grandes. La mayoría de chicos son mucho más rápidos que nosotros. Pero para ellos nadar más de 10 km es mucho. Entonces, a lo mejor necesitan esa motivación de ver a otra gente nadando”, opina.
“Lo bueno que está pasando en el país es que hay una revolución en aguas abiertas. La pandemia llevó mucha gente al mar, porque dieron la ley de que se podía ir al mar y las piscinas seguían cerradas. Muchos fueron para allá y ahora te encuentras en Los Pescadores con 100 nadadores. Es increíble. Aguas abiertas es una cosa que está creciendo y yo creo que la Federación debe ser parte y darle un orden”, añade.
A sus 40 años, sin embargo, tiene que ver otras formas de solventarse en esta disciplina y no depender de una sola. De hecho, los presupuestos que se manejan para estas travesías colosales son demasiado altos. Estamos hablando de miles de dólares -o miles de libras- que son invertidos para solo cumplir estos retos.
Por ello, Gustavo siempre trata de buscar el mayor apoyo posible de marcas o cualquier institución. La lucha es incesante y, obviamente, no es nada fácil. Tocar puertas y recibir respuestas negativas es una constante. “El no está por sentado”, apunta.
Pero él nunca se rinde. Y ha hecho hasta lo imposible para alcanzar el presupuesto. “Doy clases de natación, a veces hago charlas y con eso también voy haciendo un pozo para pagarme estas travesías”, cuenta.
Adidas, Madwave, Swim World and Spa, Club Regatas, Tramarsa, Clínica Concebir, Peruswimmers, Paccu, Huella Verde Perú son algunas de las empresas que lo han apoyado en este camino áspero. Ahora, para el gran reto en el Canal de la Mancha, busca maximizar sus fondos.
“Me falta pagar pasajes y todo una serie de cosas que tengo que comenzar a asumir. En verdad que también genera un estrés, porque no me sobra la plata. Entonces tengo que ir buscando un auspicio para comprar pasajes, un auspicio para otras cosas y así correteando. Pero espero que este año no sea como Catalina, que hasta el último día estuve consiguiendo auspicios y felizmente conseguí todo. Pero La Mancha, como es en Europa y todo es en libras, todo lo incrementa. Es una roller coaster de emociones”, indica.
La travesía continúa
Si todo sale bien, entonces en unos meses estaremos celebrando la Triple Corona de Gustavo Lores. Le respaldan las dos rutas internacionales que ya cumplió en medio de un sinfín de dificultades. Pero, de conseguirlo, su historia no terminará ahí.
Luego de ello, el peruano buscará conseguir la hazaña de los Siete Mares -incluye el Canal de Catalina y Canal de La Mancha- y, además, asumirá desafíos en distintos rincones del planeta. “Tú puedes hacer aguas abiertas donde quieras”, asegura.
Pero su propósito principal, desde ya, es inspirar, a partir de su experiencia, a que las generaciones venideras también se atrevan a realizar estos desafíos de alta magnitud. Ya ha quedado demostrado que en Perú hay potencial de sobra en aguas abiertas. Y por eso Gustavo quiere ser uno de los principales promotores del gran talento nacional.
“Mi objetivo primordial es promover el deporte, porque tenemos para ser un verdadero talento en aguas abiertas. Tenemos buenos nadadores y el mar frío al lado, que nos sirve un montón. El primer paso que queremos hacer es traer a una chica al Equipo de aguas abiertas de ultra distancia del Perú, que comience a hacer estos retos. Las chicas para la natación de ultra distancia tienen condiciones mejores que los hombres y creo que es hora de que una de las chicas se comience a mandar y así el equipo sea mixto”, sentencia.