Redacción EC

ÁNGEL HUGO PILARES

RONNY ISLA

Al día siguiente de ganar la Maratón de Santiago y clasificar a los Juegos Olímpicos de , se levantó temprano e hizo una hora de trote a un ritmo que a cualquiera de nosotros nos parecería un ejercicio salvaje.

Pero Inés Melchor es la mejor maratonista peruana. También es una atleta de élite que corre con el estómago vacío porque desayunar el día de la carrera (como el domingo en Santiago) le cae mal.

El domingo Inés Melchor se levantó tres horas antes de la competencia. Se puso la ropa que tenía lista desde la noche anterior y se dirigió a la avenida Libertador Bernardo O'Higgins para empezar a correr. Lleva una camiseta oficial color azul que pronto acabará empapada. No piensa en la marca para clasificar a Río 2016, pero obtendría 02h:28m:18s. Lo suficiente para viajar a tierras cariocas el próximo año.

"No fui pensando hacer la marca clasificatoria porque es una maratón bastante complicada, con subidas hasta el kilómetro 32, altura y clima seco", le diría a El Comercio al día siguiente de su logro en una entrevista .

La carrera empezó siendo difícil: apenas llevaba una hora corriendo cuando las subidas entre los kilómetros 15 y 20 empezaron a comerle las piernas. Llevaba una hora corriendo, pero esos cinco kilómetros que corrió en 22 minutos no hacían más que recordarle cómo son las cuestas en Huancavelica.

"Si vas a correr una maratón como esta, tienes que haber entrenado cuestas al menos dos veces por semana", dice. Probablemente no lo sepa, pero ha entrenado toda su vida para este día.

Correr una maratón no solo es una prueba de resistencia física: 30 kilómetros después de la salida, Inés corre por voluntad en el cruce de Américo Vespucio y la Costanera Norte. Está en el momento crucial de la carrera.

"En todas las maratones, si el deportista pasa bien el 30 es porque va a ganar. Es un punto bastante crítico y ahí hay que trabajar la mente. En este caso, del kilómetro 30 al 35 había un poco de pendiente, lo que lo hacía un poco más sacrificado", comenta.

Inés Melchor casi lo ha logrado. Ha superado la barrera sicológica del kilómetro 30 pero no puede, ni debe, aflojar: detrás suyo hay alguien que la sigue en todo momento. Una mujer de la lejana Etiopía, Goitetom Haftu, ha permanecido durante 39 kilómetros detrás de ella. Apenas un par de pasos detrás.

Ganar una maratón no es solo cuestión de físico o mente. También tiene que ver la estrategia con la que asumas la carrera. El día anterior de la competencia, Inés había acordado con su entrenador Pedro Kim que la forma de vencer a Haftu era mantenerse detrás de ella hasta que llegara el momento de acelerar.

 "Era su estrategia contra la mía". Inés Melchor, una soldado aplicada había hecho caso a su general y se había contenido durante más de dos horas, mientras veía que cada vez que ella bajaba su ritmo, su rival también lo hacía. La africana también quería guardar energías para los últimos kilómetros. Pero era el kilómetro 39 e Inés decidió que era el momento de acelerar.

-- ¿Qué sentiste cuando apuraste el paso, viste atrás y ya no estaba?
-- Un gran alivio.

Tres kilómetros después era Inés contra Inés. O con ella. La atleta refiere que correr sola y sin presión, en lugar de hacerla aflojar, le da impulso para llegar a la meta. Ha atravesado la línea y poco a poco va siendo conciente de lo que ha logrado. Hoy está en un hotel de Lima y prefiere evitar los movimientos bruscos. Camina tan frágil como serena. Esta semana se la pasará como hoy: trotando una hora diaria. Le pregunto en cuánto tiempo se habrá recuperado como para competir de nuevo a ese nivel infernal al que ha corrido en Santiago.

-- En tres meses. Justo para los Panamericanos.

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