El boxeo es un deporte, pero no un juego. Es demasiado salvaje para que se le considere una actividad lúdica. Aun los más chicos cuando están a punto de intercambiar golpes en un cuadrilátero imaginario nunca dicen “vamos a jugar al boxeo” dicen “vamos a boxear”. Y tiene sentido, destacar en el ring requiere de un “talento, una mentalidad y un instinto de conservación superiores. Ser simplemente bueno no es suficiente, para ser un boxeador reconocido se tiene que ser “Maravilloso”.
MIRA: Marvin Hagler: el round irrepetible de una de las últimas maravillas del mundo que fracturó la mano a su rival
Contra lo que se piensa, el camino a la cima fue pedregoso para Marvin Hagler. Tuvo que arar la tierra día a día hasta obtener reconocimiento. Prácticamente vivía en el gimnasio. Mientras los otros tres reyes de aquella época, Roberto Durán, Ray Leonard y Thomas Hearns ganaron su primera corona sin haber cumplido 24 años y habiendo disputado menos de 30 peleas profesionales, a Hagler la cuesta se le hizo empinada.
Era eficiente en el entarimado, pero no poseía ni la velocidad de “Sugar”, ni el carisma de “Manos de Piedra” ni las largas astas con las que “La Cobra” ajusticiaba a sus rivales. Que sus contemporáneos cobraran las grandes bolsas y se convirtieran en jóvenes campeones alimentó un rencor que lo acompañaría gran parte de su carrera. Sin esa inquina empujándolo a entrenar incansablemente es posible que no se hubiese transformado en quien fue.
Recién, en su combate número 50 y a poco de cumplir 26 años pudo desafiar a Vito Antuofermo, el Monarca de los medianos. En uno de los peores robos que el boxeo recuerde las tarjetas decretaron empate. Hagler había aporreado, inútilmente, al estoico italiano durante quince asaltos. Tras la injusticia, se prometió, lleno de odio, que la próxima vez no dejaría que los jueces intervengan.
Así fue, un año más tarde masacraría a Alan Minter en Londres para proclamarse campeón mundial de peso medio. Tres costillas rotas, el tabique nasal fracturado y quince puntos de sutura serian el saldo para el inglés que antes de la batalla había dicho que “ningún negro le iba a quitar el título”.
Desde entonces, percudiendo el viento, Hagler decidió que sus puños hablaran por él. Salió elegido púgil del planeta en el 83 y en el 85 y en una década dorada del boxeo fue considerado por la revista The Ring como su mejor exponente. En los ochenta abundaban luchadores formidables e irrepetibles: Arguello, Pryor, Holmes, Wilfredo Gomez, Michael Spinks, Salvador Sanchez , el joven Mike Tyson, Duran, Leonard, Hearns, Benitez, etc,
Entre todos ellos Hagler destacaba por ser una máquina de aniquilamiento. Un prodigio capaz de adaptar su estilo a lo que el oponente demandase. Podía ser un estilista o un fajador a voluntad. Era zurdo, fortísimo y poseía una de las mandíbulas más resistentes que se hayan visto. Defendió trece veces su título del mundo con éxito, regaló acaso el mejor round de la historia del boxeo contra Hearns y jamás le corrió a ningún rival.
Nunca fue noqueado. Dos de las tres derrotas que tuvo en su carrera las vengó en el ring. La tercera, muy controversial, no pudo. Leonard no le dio la revancha. Decepcionado por el veredicto de ese combate y por la decisión de Sugar decidió nunca más subir a un ring Era todavía un púgil excepcional. “Maravilloso” para ser mas justos.
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