Mayweather vs. Pacquiao: "El debate del siglo", por J. Pimentel
Mayweather vs. Pacquiao: "El debate del siglo", por J. Pimentel
Jerónimo Pimentel

La primera pelea la vio Justin Bieber, el tercer juez (“Pink”) y la familia de . En ella Floyd hizo lo que siempre hace con arte y magisterio: controlar el ring con su velocidad de pies, soltar ese jab que está tan cerca del recto de izquierda, lanzar terribles ganchos defensivos y desplegar esa inevitable capacidad de invitar al error al rival con esquives, amagues y juegos de cintura. En esta mirada, el campeón invicto solo perdió dos rounds, el cuarto y el sexto, por algo que podríamos llamar accidentes o respiros. La estrategia fue esperada e impecable (un cínico, aficionado al fútbol, ha llamado a esto “la gran Chelsea”) y, por lo menos en tres rubros de puntuación, el dominio del ring, la efectividad de los golpes y la defensa, el campeón invicto superó claramente al retador. ¿El resultado? Lo dijo un juez lúcido: 118 a 110.

La segunda pelea la vio buena parte de la prensa especializada, casi el total de la comunidad boxística y dos de los jueces (“White” y “Blue”). Ante estos ojos se produjo un combate muy cercano a la paridad, donde las virtudes y defectos de un luchador se potenciaron por los respectivos aciertos y yerros de su oponente. La agresividad y el curso de la pelea estuvo marcado por la disposición de ; Mayweather, con más o menos éxito, controló los embates del filipino en rounds tan parejos que parecieron alegatos para que se permita volver a marcar 10-10  en las tarjetas. Pero no se puede y por ello es inevitable elegir a un ganador cada 3 minutos. Los dos primeros y los dos últimos asaltos fueron de ‘Money’; el 4to, 6to y 9no de ‘Pacman’; el resto entra en terrenos altamente subjetivos. Pudo ser empate o tal vez Mayweather ganó por uno o dos puntos. Que alguien sea tan desvergonzado para marcar 118-110 y no sea expectorado del box es solo una prueba más de la decadencia que atraviesa este deporte.


La tercera pelea la vio Pacman, su esposa, Freddie Roach y la población entera de la República de Filipinas. En esta narrativa Pacquiao cedió todo lo posible (escenario, cuota, tests, nacionalidad de jueces, etc.) para forzar una pelea que su rival nunca quiso librar. ¿Hay mayor prueba de ello que verlo correr como si lo persiguiera un demonio? ¿Qué gloria boxística hay en hacer de la elusión un camino y de querer ganar siempre con jabs mínimos y pasos hacia atrás? ¿Algún campeón ha alcanzado la eternidad rehuyendo a sus rivales? Mayweather podrá haberse impuesto en este faenón orquestado; pero el campeón del pueblo es aquel que buscó siempre fajarse, el que soltó los mejores golpes de poder y el que, en la hora decisiva, estuvo siempre dispuesto al intercambio. Mayweather podrá ser el campeón invicto, pero Pacquiao es el campeón del pueblo.

La cuarta pelea la vio un televidente que no sabe mucho de box, pero sintonizó seducido por la algarabía mediática y la promesa de un espectáculo a la altura de Frazier y Alí o de Hagler y Hearns, los mitos que habitan la memoria colectiva fajándose a golpes hasta que uno cae y no se puede levantar. Cuando apagó el televisor, un aire de decepción le aireaba un pensamiento a la defensiva: “Si esta es la pelea del siglo, no me he perdido nada en los últimos veinte años de boxeo”. Este señor solo registró una forma de aburrimiento: un atleta elusivo hasta el punto de la cobardía y a otro correteándolo durante 36 minutos. Mayweather ganó, sí, pero a un costo altísimo, pues el pugilismo perdió una magnífica oportunidad de seducir a los convencidos de que este es ya un deporte obsoleto, digamos, una disciplina del siglo XX que malvive en la siguiente centuria. O como diría un poeta lego en estas lides: “Un deporte que premia al que no arriesga no vale la pena”

La quinta pelea es la que vi yo (mientras un colega, al lado, dormía). La sexta es la que vio usted. La séptima es la que se verá en YouTube cuando los ánimos se hayan aplacado, las calenturas estén frías y los empresarios del mundo dispongan de la inevitable y millonaria revancha.

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