La final de la NFL la disputan Patriots vs Rams. (Foto: AFP)
La final de la NFL la disputan Patriots vs Rams. (Foto: AFP)
Ricardo Montoya

Todo lo convierte en oro. Como un actual rey Midas, el ha acostumbrado a la NFL a alcanzar ganancias económicas equiparables, inclusive, a las de la final de la Liga de Campeones de Europa. Para muestra un botón: en las casas de apuestas han diseñado un rubro en el que se busca acertar el número de veces en que la cadena televisa enfocará a la modelo Gisele Bündchen, esposa del mariscal de los Patriots, Tom Brady. Inverosímil pero lucrativa la idea. Y es que el Super Bowl no es solo la final del deporte más popular en Estados Unidos, sino la excusa perfecta para congregar a la familia norteamericana en torno a la televisión. Es también, sin lugar a dudas y por sobre todas las cosas, un negocio sumamente rentable.

La magnitud de esta fi esta excede, por mucho, los linderos del fútbol americano. El juego, el espectáculo musical y la parafernalia del show son en realidad la comparsa de una tradición que desde sus orígenes en 1967 se ha convertido en una máquina de facturar dinero. Basta decir que al día siguiente de cada celebración anual las farmacias incrementan sus ventas en hasta un 30%. Los antiácidos y las pastillas para el dolor de cabeza que se expenden guardan estrecho vínculo con el consumo de pizzas, alitas picantes y latas de cervezas que consumen los americanos en el transcurso de este domingo del Gran Tazón. La derrama económica del multimillonario evento impacta favorablemente negocios aledaños que se benefician de la ola comercial que se genera cuando se pone en disputa el trofeo Vince Lombardi. Cada 30 segundos de comerciales televisados ascienden a la estratosférica suma de 5’250.000 dólares. Una locura que la ley de la oferta y la demanda hace posible.

Como el negocio es enorme, no faltan los suspicaces que sostienen que, en términos económicos, al Super Bowl le conviene tener como uno de los aspirantes al título a los Patriotas. La franquicia que dirige magistralmente Bill Belichick y que capitanea el inoxidable Brady, considerado el mejor jugador de todos los tiempos, va por su sexta corona de las últimas dos décadas.

El domingo, los Patriotas van a jugar su novena final del siglo XXI. Data que, por lo menos en el ítem estadístico, los postula a la mejor franquicia de la historia. Cada decenio estuvo marcado por la supremacía de algún equipo diferente. Los Packers fueron los reyes en los 60, los Steelers dominaron en los 70, los 80 fueron de los 49ers y los 90 les pertenecieron a los famosos Cowboys de Dallas. Sin embargo, ningún equipo ha extendido su dominio tanto tiempo como los Patriotas. No sin controversias, por supuesto. Al respecto hay voces altisonantes que, inclusive, desacreditan a los de Nueva Inglaterra por la reconocida amistad que Brady y Belichinik mantienen con Donald Trump. “Los ayudan”, afirman sus ácidos detractores.

Los Patriotas son ligeramente favoritos frente a los Rams de Los Ángeles, que planean utilizar en Atlanta el uniforme retro que tan buenos resultados les ha dado en los playoffs. Además, confían en que Jared Goff, su notable quarterback, vuelva a ser el personaje decisivo. Entre tanto, los Patriotas aspiran a seguir agigantando su leyenda. Para ellos, el dinero cuenta, pero la gloria, indiscutiblemente, no tiene precio.

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