Paloma Schmidt desea llegar lo más lejos posible en Tokio 2020. (Foto: Rolly Reyna / El Comercio)
Paloma Schmidt desea llegar lo más lejos posible en Tokio 2020. (Foto: Rolly Reyna / El Comercio)
/ ROLLY REYNA
Leonardo Torres Cueva

Para la velerista peruana Paloma Schmidt hablar de los Juegos Olímpicos es un tema cotidiano. Tras haber ganado la Copa de Brasil, ‘Pájaro’ clasificó a Tokio 2020, la que será su cuarta aparición en certámenes de esta magnitud. Podría ser el último, aunque dice que tiene un pequeño plan para tentar una quinta clasificación a París 2024.

Paloma Schmidt, velerista nacional clasificada a Tokio 2020. (Foto: Rolly Reyna / El Comercio)
Paloma Schmidt, velerista nacional clasificada a Tokio 2020. (Foto: Rolly Reyna / El Comercio)
/ ROLLY REYNA

Es tu cuarta clasificación para unos Juegos Olímpicos, ¿hubo algo distinto en esta ocasión?

Lo único en común en las cuatro ocasiones ha sido el trabajo. La perseverancia y constancia me han llevado hasta acá. Asimismo, siempre hubo incertidumbre. Siempre al límite, aunque sé que ahí rindo mejor. Las cuatro clasificaciones han sido distintas, todas con una historia particular. En esta, competir en Brasil fue muy difícil, pero estaba mentalizada en sacar el cupo a Tokio 2020.

¿Cuán identificaste que respondes mejor bajo presión?

En la clasificación para Río 2016. El campeonato se dio en Miami y tuve que quedar en lista de espera porque no pagué en la fecha límite. Pasé un tiempo con mucha angustia, lloraba, no podía comer. Estaba frustrada por no poder correr por un tema netamente económico, tuve pánico. El 2015 también había sido un mal año. De pronto me dejaron participar y mostré lo mejor de mí. Ahí pude identificar que bajo presión entro en armonía. Tengo nervios y ovarios de acero, me mantengo firme.

¿A qué apuntas en Tokio 2020?

La final es una meta alcanzable y realista. Me encantaría decirte una medalla pero me conformo con una diploma olímpica. Quiero trabajar para mejorar cada día y llegar bien armada a la competencia, preparada para todas las eventualidades. Hay que aprender a valorar el proceso y los pequeños objetivos de rendimientos. Quiero tener una evaluación, podría ser el Europeo en mayo. Será en Grecia, por lo que no sé como será la cancha. El Mundial será en Australia, todo suma.

¿Existe el factor suerte?

Un poco, pero depende de la cancha. Hay algunas en las que el viento es muy cambiante. No te podría decir si es que sucede en Tokio. La de Japón del Mundial de hace pocos meses, que fue en otro lugar, hubo cuota de suerte. Hay que saber conectarse y estar abierta a los cambios.

¿Qué no volverás a repetir en Tokio 2020?

No quiero volver a obsersionarme. Cuando era más joven decía: “Entrené dos horas en el gimnasio, necesito comer tal o cual cosa; y si no lo hacía, me sentía mal”. Y las cosas no son así, si lo miras de esa forma, es un martirio. Mi vida no es un campeonato, no soy la mejor por ganar la medalla de oro o la peor si es que quedo fuera en primera ronda. Hay que saber leer los resultados. Esta vez quiero disfrutar la competencia, ya lo hice en el camino y me adapté de la mejor forma. Nadie me cree cuando cuento que en Río no vi ningún deporte, no lo disfruté.

¿Desde cuándo compites en láser?

Desde el 2002. Todo se debe a Eduardo Villacorta, alguien a quien aprecio mucho. Fue mi ex entrenador, él me dijo ‘Pájaro vamos a navegar’ y fuimos. No tenía vela y mucho menos plata, mi familia estaba en crisis. Sin ayuda de ‘Lalo’ no hubiese avanzado. Él me compró mi bote, luego lo vendió y me compró uno nuevo. Me costeaba los pasajes, me ayudaba con logística. Luego entré al IPD y pude recibir apoyo para las competencias. Ahora estamos mejor, no a nivel óptimo, pero si avanzamos.

¿Hubo algún punto de quiebre?

Fue muy importante que el láser radial sea olímpico en 2004. Me di cuenta que podía ser olímpica, me dio un nuevo envión. Ahí me puse a trabajar fuerte con ‘Lalo’. Clasifiqué a Beijing 2008 debido a una ‘Wild Card’. Luego de eso, clasifiqué en la cancha para Londres y desde entonces ha sido duro pero lo he hecho bien. He aprendido mucho. Soy loca porque paro endeudada, pago con tarjeta de crédito para poder viajar, si me quedo en casa no podría competir. Es muy estresante, vivo agobiada, pero al final me seco las lágrimas porque sé que competir vale la pena.

Se habló mucho del apoyo al deportista, ¿qué puedes decir?

Se requiere de una revolución importante en cuanto a la estructura y la intención de apoyo real al deportista. No solo premiar al que gana medalla, se debe confiar en el proceso. Soy la muestra que esta creencia rinde sus frutos. Yo salí de la lista del PAD por no tener una medalla en Lima 2019, pero el IPD solicitó que reingrese por una evaluación. Han apostado por todos aquellos que se encuentran en procesos olímpicos. Ojalá todos obtengamos la beca olímpica por la clasificación, y en caso no, el apoyo continúe para que los atletas no se pierdan.

¿Hasta cuándo se compite en Láser?

No hay edad determinada, algunos corren hasta los 55, incluso hay campeones olímpicos con 52. Depende mucho del cuerpo de cada uno y el físico que pueda cuidar hasta cierta edad. En mi caso, siempre digo que está cerca el retiro pero es un vicio. Tokio 2020 probablemente sean mis últimos Juegos Olímpicos, pero hay un pequeño plan para tentar la clasificación a París 2024.

¿Hay miedo después del retiro?

Sí, claro. La decisión del retiro es muy importante porque no se contempla que el deportista solo se dedicó a entrenar y competir, no se insertó en el mundo laboral. Cuando terminar la carrera, encontrar trabajo se hace complejo. Esto se está tomando cada vez más en cuenta, pero aún no se logra del todo.








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