Apenas un mes atrás había cumplido 13 años, estaba en primero de secundaria y, en consecuencia, los signos inevitables de la adolescencia rebelde y juguetona le saltaban. Vivía a 100 km/h. De hecho, cuando se sube a la embarcación donde minutos después se hará la primera producción fotográfica de su carrera, el niño Stefano Peschiera, sobrino de otro gigante, Pancho Boza, no puede permanecer serio, ni quedarse quieto, ni dejar de hacer muecas que en ese momento son inocentes. Hoy, sin embargo, son históricas.