Dicen que una foto vale más que mil palabras. Este antiguo adagio nos confirma que cualquier tipo de representación visual puede transmitir más de una idea, significado, sentimiento o la esencia de algo de manera más efectiva. Así podemos entender ese cariño que le tiene Aki Momii, deportista olímpica de Japón, al Perú.
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“Yo me quería quedar. Yo quería vivir acá. Pero regresé por mi familia a Japón”, le dijo la armadora de la selección japonesa de vóley en Tokio 2020 a El Comercio. Ese cariño con el que declaraba Aki se puede ver en las fotos familiares que nos compartió Augusto Echegaray, papá de la deportista de 20 años.
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Y es que la voleibolista es hija Augusto Echegaray y Susana Momii. Dos peruanos que decidieron buscar un mejor futuro en Japón, pero que guardan un amor por el país que los vio nacer. Así se puede apreciar en la foto de pequeña que nos compartió el papá: Aki vestida con la camiseta y con una vincha de la selección peruana.
Desde pequeña le inculcaron el cariño por el Perú. La familia viene a nuestro país cada vez que puede. Y en uno de esos viajes la llevaron a conocer Machu Picchu y quedó encantada. También con las playas y el clima limeño. El deporte favorito de Aki siempre fue el vóley, por eso cuando se quedó cerca de dos meses en nuestro país entrenó con Géminis y Sporting Cristal.
Ya con 13 años marcaba la diferencia. Por eso fue invitada a entrenar con la selección sub-18 que estaba al mando de Natalia Málaga. Sin embargo, era complicado que Aki pudiese jugar por el cuadro nacional.
FORMACIÓN DE ALTO RENDIMIENTO
“Aki nació y vivió en Japón toda su vida. En Japón le dieron desde los 12 años colegio de alto rendimiento. La han preparado desde chiquita. Al Perú veníamos de visita. La última vez que vinimos con ella fue cuando tenía 13 años. En ese tiempo estuvo entrenando con Cristal y Géminis”, nos explica Augusto, papá de Aki.
Japón es uno de los muchos países que tiene el deporte como prioridad. Es cierto que no son los mejores en fútbol, pero en otras disciplinas siempre están dentro de los primeros lugares. Y prueba de ellos son estos Juegos Olímpicos Tokio 2020 donde, hasta el cierre de esta nota, llevan 28 medallas.
Decir que Aki tenía que elegir entre Perú o Japón es totalmente falso. Ella ya venía formándose en el país asiático. Tenía escuela y practicaba vóley al máximo nivel. Algo muy lejos de nuestra realidad. Aquí es casi imposible encontrar colegios que brinden todo eso.
“Era muy difícil que Aki se quede a jugar por Perú. Solo el cambiarle la nacionalidad deportiva de Japón a la peruana es bastante dinero y no lo iba a pagar la federación. Aparte ella ya tenía a sus amigas y la costumbre de jugar allá. Y sobre todo el compromiso que ya se tenía con Japón. Somos agradecidos del esfuerzo que están haciendo y lo mejor es buscar la manera de recompensar todo lo que ellos invirtieron desde muy pequeña. Como peruanos me hubiera gustado que juegue por nuestro país, pero no se dio”, agrega Echegaray.
Si una voleibolista quiere cambiar de nacionalidad deportiva tendrá que pagar un promedio de 50 mil francos suizos a la FIVB. Ese monto es complicado para una federación que está a la deriva desde hace varios años. Si no lo hicieron antes, menos ahora donde se tendría que esperar más de años para que pueda defender a otro país.
Sin embargo, Aki recién cumplirá 21 años y viene entrenando con el equipo de Japón desde hace dos. Recién se pudo sumar oficialmente a la selección hace cuatro meses por un tema de nacionalidad, que tardó más de lo que se esperaba.
Cuando dos peruanos tienen un hijo es Japón, nace como peruano. Aki tenía el pasaporte peruano. Entonces se tenía que hacer el proceso de nacionalización y antes de Tokio 2020, salieron los papeles donde indican que oficialmente ya es ciudadana japonesa.
MÁS CASOS EN JAPÓN
Así como Aki Momii, Japón viene trabajando desde hace varios años la captación de talentos para los diversos deportes. Por eso, en Tokio 2020 hemos visto desfilar a atletas con diferentes rasgos raciales. Ya no predomina la homogeneidad en los deportistas de Japón.
Prueba de ello fueron los dos protagonistas de la inauguración de Tokio 2020. Naomi Osaka, de padre haitiano, fue la encargada de encender la llama olímpica, y Rui Hachimura, estrella emergente de la NBA de padre beninés, quien fue el abanderado de la delegación japonesa.
La designación de ambos tiene un mensaje detrás. En Japón quieren mostrarle al mundo y, sobre todo, a sus compatriotas que ahora es un país pluricultural. De esta manera, intentar acabar con la discriminación de la que vienen siendo víctimas los japoneses que no tienen los “rasgos físicos tradicionales”.
“Sí hay presión. Es la primera vez que estoy en el equipo. Hace cuatro meses estoy jugando con este equipo y a veces me miran. A veces me dicen “por tu culpa” y eso es porque recién estoy en el equipo”, comentó Aki Mommi sobre su estadía en la selección de Japón.
Cabe resaltar que al menos 35 de los 593 miembros del equipo olímpico de Japón son multirraciales. La mayoría de ellos son aspirantes a medallas. Sin embargo, su lucha más fuerte es contra la aceptación en un país al que decidieron defender.
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