Tom Brady ha estado en el cielo por tanto tiempo que en estos días su caída podría ser tan honda como la de un abismo nunca antes descrito en una novela de ciencia ficción. Cualquier persona que mencione su nombre hasta en un país como el nuestro, que no es fanático del fútbol americano, sabrá que es el esposo de la supermodelo Giselle Bündchen o uno de los deportistas mejores pagados en la actualidad. La lista de menciones podría ser interminable para, de paso, uno de los mariscales de campo más trascendentales de la historia de la NFL y alguien a quien Forbes ha considerado entre las 100 personas más influyentes del planeta.
Con el número 12 en la espalda de una camiseta que jamás ha cambiado en su vida deportiva, Brady ha logrado una dinastía con los New England Patriots. Sus pases casi siempre han sido letales para sus rivales, al igual que su buena lectura de juego como quarterback. Pero en estos días en donde aún falta mucho para una nueva temporada de la NFL, Brady no tiene a su ofensiva que lo proteja de una defensa. Esta ha sido tan contundente que ninguno de sus compañeros ha hablado del tema con Brady y él mismo ha preferido pedir un tiempo técnico para replantear una estrategia que deberá ser la mejor dentro de su carrera profesional.
En un partido en donde sus pases podrían quedar como ‘La Mano de Dios’ de Maradona o el pedaleo de Lance Armstrong en el Tour de France, Brady afronta un caso que ha multado con un millón de dólares a los Patriots y lo ha dejado fuera de los cuatro primeros partidos de la próxima temporada de la NFL: los balones desinflados en la final de la Conferencia Americana contra los Indianápolis Colts. El informe final de una investigación, llamada el ‘Deflategate’, ha dicho que lo más probable es que “Tom estuviera, cuanto menos, al corriente de lo que hacían los dos hombres -Jim McNally (encargado del vestuario de los Patriots) y John Jastremski (asistente de equipamiento del equipo)- con la presión de los balones del partido”.
Brady había dicho que nada de lo que ha logrado ha sido con trampa y que, apenas digiera la situación, hablará al respecto del informe. Sin embargo, se ha negado a participar de la investigación y tampoco ha dado acceso a sus correos electrónicos. ¿Algo oculta? Con el balón desinflado, el mariscal de campo tiene ventaja al agarrarlo. Brady, quien termina su contrato con los Patriotas en el 2017, pudo cooperar, decidió no hacerlo y ha puesto más en duda su papel en uno de los actos más antideportivos de los últimos años en EE.UU. Con el patrocinio de Underarmour y siendo un ejemplo para los pequeños en ese país, el golpe podría ser brutal para un jugador como Brady. Podrá quedarse con sus cuatro anillos de campeonato, pero su condición de figura cambiaría totalmente. De ídolo a tramposo o de ejemplo a pillo. El crimen y castigo ya están oficializados.
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— DT El Comercio (@DTElComercio) May 12, 2015
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