Redacción EC

Con sus vistas sobre el Mar Negro y la cadena nevada del Cáucaso, la Villa Olímpica de fue la primera agradable sorpresa para los deportistas, convencidos de que iban a encontrar en Rusia una comodidad mucho más espartana.

A tres días de la ceremonia de apertura de los Juegos, todavía no ha llegado la fiebre de las grandes veladas en los bares, ni las apreturas en el gimnasio de la residencia costera, una de las tres Villas Olímpicas de estos Juegos de invierno, al estar las otras dos en la montaña, en Rosa Khutor.

En esta villa pasa algunos días la atleta rusa Yelena Isinbayeva, la reina del salto con garrocha. "Espero que todo el mundo se sienta como en casa", avanza la campeona rusa, que elige sus palabras con prudencia después de suscitar la controversia con sus comentarios sobre los homosexuales el verano pasado. "Mar Negro a la derecha, montañas a la izquierda"

"Es mejor de lo que yo pensaba", señala Jenni Hiirikoksi, una de las jugadoras finlandesas de hockey sobre hielo. "Ya que en Rusia, nunca sabes lo que te puedes encontrar...". El patinador de velocidad holandés Bob de Jong se esperaba otra cosa. "Estoy sorprendido que sea tan bonito. Vista la media de los hoteles del lugar. Es mucho mejor".

El medallista de bronce de 1.000 metros en Vancouver conoce algunas villas olímpicas ya que ha estado en todo los Juegos de Invierno desde 1998. Si en Nagano, los apartamentos eran pequeños, en Sochi son grandes. "Es verdaderamente una villa bonita. Todo está cerca, se puede hacer todo en bicicleta", explica el patinador.

El lugar, lejos de la ciudad de Sochi, no deja a nadie indiferente. "Uno gira la cabeza a derecha y está el Mar Negro. Y a izquierda están las montañas", cuenta Fabien Abejean, psicólogo del equipo de short-track canadiense.

Bajo el sol radiante, el mar atrae, pero dos filas de barreras de hierro separan la orilla de la residencia. La seguridad se ve por todas partes. Una curiosa palmera, sin duda artificial, disimula en lo alto antenas y radares. Las fuerzas del orden desplegadas por millares en Sochi tienen como camuflaje las ropas de los voluntarios.

"No me había dado cuenta que hay policías. Fue cuando pregunté por qué algunos voluntarios tenían un color diferente, cuando me dijeron que los que iban de morado eran policías", cuenta la patinadora artística francesa, Vanessa James. "Esta bien hecho porque así no impresionan".

ENTRE VANCOUVER Y TURÍN
Las amenazas de atentados de los islamistas del Cáucaso, que actuaron ya en Volgogrado a finales de diciembre, no impiden visiblemente a los atletas dormir"Yo ni pienso en ello. Estamos aquí para competir. En el aeropuerto, nos dimos cuenta que estábamos protegidos y está todo seguro", señala Morgan Cipres, el compañero de Vanessa James, que no esconde el gusto que da ver que "todo está muy bien organizdo".

En la Villa Olímpica de la montaña, próxima del parque de freestyle, los chalets, recién finalizados, no han suscitado el mismo entusiasmo. "Es formidable ver esta montaña fantástica dotada de telecabinas pero no sé si la gente querrá pagar por estos alojamientos", se pregunta el esquiador austríaco Romed Baumann.

"Los alojamientos en Vancouver eran mejores, pero en Turín no estaba tan bien", estima el especialista en descenso Klaus Kröll. Pero como recuerda Baumann, lo que cuenta es que "la nieve es increíble".

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