Su metro 91 y sus 94 kilos lo hacen ver como un futbolista indestructible, una mole difícil de detener en la cancha. La genética ha sido benévola con él, quizá el destino ha querido compensarlo con esa coraza física por todas las adversidades que ha tenido que sufrir y superar. Romelu Lukaku (Amberes, 13 de mayo de 1993) debe lidiar contra los estereotipos, los defensores rivales, el racismo, contra todo. Para mayor inri, ni sus 16 goles en 23 partidos con el Inter de Milán generan consenso en la prensa italiana (Cristiano Ronaldo tiene 15 tantos en 22 juegos esta temporada).
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El doblete del belga de raíces congoleñas en la victoria 3-1 en casa del Napoli –que rompió el maleficio ‘nerazzurri’ en el San Paolo que tenía vigencia desde 1997– ha servido para que Antonio Conte, el míster del Inter, recuerde a todos los detractores del “gigante amable”, como suele llamar al goleador, cada una de sus palabras al inicio del curso 2019-20.
“Escuché a la gente decir que Lukaku era burro. ¡Escuché todo tipo de críticas! Ahora es fácil hablar bien de Lukaku”, comentó Conte tras el primer triunfo interista del año. “Siempre dije que era un diamante en bruto que necesitaba trabajo para pulirlo”, añadió.
Desde muy pequeño, Romelu sufrió todo tipo de carencias. Sus padres, que llegaron a Bélgica desde Zaire, solo podían cambiar el menú diario de pan y leche mezclada con agua muy de vez en cuando. Tampoco se permitían la televisión por cable. La Champions League era un lujo trivial entre tantas necesidades. “Me perdí el gol de Zinedine Zidane en la final del 2002 ante el Bayer Leverkusen. Todos hablaban de eso en la escuela y yo ni tenía idea”, contó Lukaku en alguna oportunidad.
Cuando la gente habla de una gran inversión, se está equivocando. [Lukaku] Es incluso barato, ya que no hay que olvidar que los 65 millones de euros se pagarán en cinco años", Antonio Conte, técnico del Inter de Milán
Cuando encontró en el fútbol una vía de escape para tentar una mejor vida, muchos dudaron de su edad. Sus inicios en el Lierse estuvieron llenos de quejas por su desarrollado físico. Esa ventaja finalmente le favoreció para debutar profesionalmente con el Anderlecht a los 16 años, y en tres meses marcó su primer gol. “Yo he visto a un defensa colgarse de su espalda y ser arrastrado bastantes metros sin poder pararlo. ¡Y tenía 16!”, recordó hace poco su excompañero argentino Nicolás Frutos.
Pasadas las dudas sobre la veracidad de su DNI, Lukaku tapó bocas con su eclosión goleadora y paseando su calidad por el West Bromwich Albion, Everton, Manchester United y ahora en el Inter (solo en el Chelsea, en su inicio en la Premier League, no le ofrecieron muchas oportunidades). Su buena puntería también la disfruta Bélgica con esas 52 conquistas que lo convierten en el máximo artillero de su selección.
Pese a su indiscutible capacidad para convertir, hoy se sigue poniendo en discusión su supuesta torpeza con el balón. Sucedía en Inglaterra y ahora se replica en Italia. Ni el primer tanto del martes ante el Napoli genera una metamorfosis en la opinión pública. Romelu recorrió 50 metros con la pelota en los pies, se abrió camino entre los defensores y definió con un misilazo impecable al primer palo. “Mi regate es bueno. Puedo superar a un rival. Pero recuerdo que un periodista dijo que no debía fichar por el United porque no era un futbolista inteligente”, se defiende el delantero cada vez que el calificativo de picapiedra asoma para minimizar sus prestaciones.
Incluso en su país también divide las aguas. “Cuando las cosas iban bien, los diarios me llamaban goleador belga; cuando no iban bien, me llamaban el descendiente de congoleños”, contó en “The Players Tribune”.
Pero las dudas sobre su calidad técnica son las que menos le preocupan a Lukaku, porque sabe que en la cancha la respuesta está en sus pies. El único partido que no ha podido ganar es el del racismo. Se fue de Inglaterra para olvidarse de la discriminación y se encontró en Italia con una situación mucho más incómoda. La criticada tapa del diario “Corriere dello Sport” con el titular “Black Fridays” para publicitar el Inter vs. Roma con su silueta y la de Chris Smalling, su excompañero del Manchester de ascendencia jamaiquina, y la supuesta campaña reivindicatoria de la Serie A mostrando el rostro de tres chimpancés con rasgos de distintas etnias son condimentos del desprecio que suele escuchar en cada estadio visitante. “Me he enfrentado a ello muchas veces. Construyes un tipo de caparazón y saco toda mi ira en el campo”, explica el goleador que puede comunicarse en español, holandés, francés, portugués, inglés, suajili y ahora en italiano. El único idioma que sigue sin entender es el de la insensatez de los hinchas.
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