"El salto del 'Tigre'", por Jerónimo Pimentel
"El salto del 'Tigre'", por Jerónimo Pimentel
Jerónimo Pimentel

Uno de los grandes triunfadores de esta Copa América, más allá del resultado final del torneo, es sin duda Ricardo Gareca. La razón es que le dio un sentido a un torneo que, por su peculiaridad, no lo tenía. El objetivo fue desprenderse de aquellos que desde hace una década han sido titulares indiscutibles en la selección y crear la idea de un equipo nuevo. Por costumbre periodística se ha llamado a este proceso transición, pero la verdad es que el gesto se parece más al higiénico acto de quitarse un peso de encima. El resultado de esta liberación ha sido beneficioso en dos frentes: futbolísticamente y de cara al hincha.

En el primer caso, la idea ha sido ganar competitividad y perder engreimiento. Es una ecuación positiva. La traducción en el campo de esa actitud es aprender a jugar contra equipos en el papel superiores a través de tácticas eficientes (4-5-1), dominar el partido a través de una lectura correcta del mismo (retrasando o adelantando la marca, según el momento) y recuperar jugadores, como el notorio caso de Óscar Vílchez, quien ha alcanzado un nivel internacional un tanto tardíamente (caso que recuerda al de Carlos Lobatón, otro volante que tuvo una madurez lenta). Gareca, en general moderado, parece entender que su equipo tiene velocidades, y así como es capaz de mostrar autoridad ante selecciones menores como Haití o Trinidad y Tobago, logra paridad cuando el adversario ostenta mejor plantilla. Es bueno que el argentino no polarice la estrategia y, a la distancia, quizá esa sea una de las enseñanzas de la era Markarián, quien no pudo solucionar el dilema autoimpuesto de poner a “los cuatro fantásticos” o ratonear. La respuesta es: ninguna de las dos. Ante Brasil y Colombia, Perú copó el mediocampo e interrumpió la elaboración rival, pero no se replegó ni asumió una posición inferior. Ante Ecuador intercambió protagonismos.

El corazón del aficionado peruano es generoso y agradece que se haya cambiado el emblema del talento por el del esfuerzo, y recompensa ese trueque con empatía y solidaridad, a pesar de la eliminación por penales. Hay una ganancia en ello y se une a la del prestigio regional. Posicionar a la selección peruana como un adversario complicado, como en otras décadas lo fue Paraguay, es una narrativa que se puede capitalizar en la Eliminatoria, como bien lo ha señalado ya Jorge Barraza.

El reto para Gareca, ahora, pasará por asentar esta base e incorporar a los descartados. Es más o menos evidente que Ascues, Zambrano, Advíncula y Carrillo deberían tener una chance de incorporarse al proceso (los dos primeros tendrán que hacer mucho para reemplazar a Ramos y Rodríguez, quienes han tenido un torneo superlativo y se entienden bien), siempre y cuando tengan continuidad deportiva y muestren disposición. Más difícil será para Pizarro, Vargas y Farfán, quienes con o sin razón son los verdaderos damnificados de esta Copa América. El rendimiento de la selección –no perdió ningún partido en los 90 minutos– los ha hecho prescindibles y sus virtudes parecen opacadas por la larga colección de derrotas y escándalos que los rodean.

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