Todos tenemos uno en casa. Uno en el Facebook. Uno en el chat. Un hincha peruano sinuoso que sabe de antemano que ese partido se iba a perder, que ese futbolista ya nunca podrá dar un pase correcto, que esa selección está ya eliminada para ir al Mundial. Es una mezcla de pesimista y alarmista, de entrenador y sabelotodo. Es un gran hacedor de likes, eso lo ilusiona.
Y en la buena, claro, es el primero en la cola para googlear pasajes a la Copa del Mundo.
Perú ha sido goleado por Colombia 3-0 en el Nacional. Es el colero de la Eliminatoria, con apenas un punto de 15 en juego. Es la selección más goleada de América (-9 de DF), la que tiene mas expulsados (3, Zambrano, Cáceda y Trauco anoche), la más derrotada del arranque del proceso (4). Ya eso se sabe, yo también sé buscar en Soccerway. Ya ese estatus es lo suficientemente doloroso como para que sus propios hinchas —o en todo caso, algunos que creíamos hinchas— le echen más sal, pisen más la herida y caricaturicen a una selección que, hasta hace poco nomás, los impulsó a ir a trabajar con la camiseta puesta. Hacer sus matris con muñecones con la cara de Oreja Flores o de Cueva. Vender sus autos para costear el Mundial a Rusia. Ponerles de nombres a sus hijos Paolo o Jefferson.
Nadie dice que seamos porristas 24/7 o que no se critique a Gareca por su tan desgastado plan. Solo que ese afán tan autodestructivo, esa ironía tan baja, parecían desterrados a los rincones de una memoria lejana, donde las palabras “vergüenza”, “fracaso”, “lárguense” eran usados con facilidad en las puertas de los baños, en los asientos de las combis y en las portadas de algunos diarios excesivos. Pensé, distraído, que ya habíamos salido de esa adolescencia.
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AQUÍ CAMBIÓ EL PARTIDO:
Probablemente sea mi edad, o eso que los especialistas llaman el triunfo de la emoción sobre el raciocinio, pero me fastidia un poco este retroceso abrupto en la relación selección-país a junio del 2021, este golpe bajo vía redes, memes, y proclamas libertarias/purificadoras, y por supuesto, esta politización salvaje de una selección nacional que tiene tantos derechos como cualquiera y que, no se si lo recuerdan, vivía siempre aislada de ese patio trasero a donde se invitan a pelear los anti y los pro, solo para saber quién tiene mayor autoridad moral. El fútbol a nivel de selecciones, hasta donde yo sé, no se juega con la mano ni con la boca. Lo bueno que ocurre depende de los pies bien entrenados y en ese rubro, en estos cinco partidos, Perú reprueba todas las materias: fragilidad en arquero y defensa, discutible nivel de sus figuras foráneas, recambio que no es solución desde el banco, y los 37 años de sus dos banderas, Farfán y Guerrero. Hasta el 2020, Colombia exportó 382 futbolistas al mundo. Perú solo tiene uno en las cinco ligas top del planeta.
Me fastidia este palo gratuito, claro, porque soy futbolero desde que amanece, reporteo a futbolistas millonarios y sin casa propia, sigo con obsesión el trabajo del comando técnico y porque gracias a Dios todavía tengo buena memoria: me acuerdo de todo el 2017 y de todo el 2018 —se ve lejos pero ni tanto— cuando veo el reel de fotos de los amigos de mi hijo en el colegio, tan orgullosos. Cuánto me hubiera gustado vivir una etapa así a los 10 años.
Todo esto, claro, puede leerse como se quiera. O una defensa a esta selección goleada y hoy eliminada de Qatar 2022, o sencillamente una mano alzada frente a tanto dedo que la sindica. Y que seguirá perdiendo, seguro. Más de lo que gane, si desde Videna no se producen cambios. Pero en medio de tanto caos, felizmente existe la selección de futbol en el Perú. Por lo menos, hasta que acaba un partido como el de anoche, nos une.
Ya ahora sigan con sus lápices y sus naranjas, a ver hasta cuando resisten.
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