Tenía derecho a esa sonrisa después de una final. Eligió un Maracanazo porque su carrera siempre estará acompañada de la grandiosidad. De lo inmenso, de lo monumental. Lionel Messi se ríe de Janeiro. Ante el Brasil más invencible, en el estadio más histórico, el carnaval (por fin) fue de Lío.
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La final de la Copa América no había terminado aún y sus compañeros ya querían tomarse foto con él. Con seis Balones de Oro ganados, Messi alcanza dimensiones de un país entero. Las noticias dirán que Argentina logró un título después de 28 años, pero también pondrán en portada que ha campeonado Messi.
Tenía derecho a esa sonrisa de niño porque su persistencia hoy es un ejemplo para todos. Con clubes, en el soberano Barcelona, ya lo había ganado todo. Pero, como lo dijo una vez, Lionel intentó hasta el último para ese foto levantando una Copa. Estuvo a punto hasta de renunciar al Barza, pero nunca desistió de campeonar con el escudo de su país.
Y por supuesto que costó. Fue un partido sobrecargado por las faltas, por los pases largos, por la imprecisión. Hubo intensidad aunque sin acumulación de llegadas peligrosas en los arcos de Ederson o de ‘Dibu’ Martínez (salvo su atajada en el cierre del cotejo).
Es cierto que en su día más feliz, Messi no ofreció el show esperado. Incluso falló un gol que pudo dar la tranquilidad a esa taquicardia que significó para Argentina aguantar los últimos diez minutos. Quien sí estuvo inspirado, con mínimo margen de error, fue Rodrigo de Paul. El volante albiceleste desconcertó a todo el sector defensivo brasileño hasta el cierre del cotejo. De sus pies nació el único gol del partido. Pase largo a ese especialista en definir finales, llamado Ángel Di María. Al igual que en los Juegos Olímpicos del 2008, ‘Fideo’ anotó un auténtico gol de oro.
-Neymar de lágrimas-
La selección brasileña intentó por varios frentes hacer daño, pero fue un partido destacado de todo el sector defensivo argentino. Eso sí, con Neymar sí hubo un exceso de faltas. Si el árbitro uruguayo Esteban Ostojich hubiera sido un poco más severo, quizá al final del partido se pudo ir un albiceleste a las duchas. El charrúa prefirió evitar los sobresaltos en ambas escuadras.
Los mejores momentos de los dirigidos por Tite fueron en los minutos finales. A Neymar no se le podrá reprochar que no lo intentó, sin embargo esa marca escalonada del rival lo asfixió en muchos momentos. El crack brasileño, muchas veces acusado de histriónico, esta vez derramó lágrimas honestas. Su impotencia es comprensible. Lionel Messi derrumbó un maleficio. Para eso sacrificó la alegría de uno de sus mejores amigos.
Tenía derecho a esa sonrisa porque ya había sufrido mucho en finales. El fútbol, como otras tantas veces, consagró su naturaleza de ida y vuelta. De viajar desde la frustración más grande hasta el recuerdo más grato. Fue en ese imponente Maracaná donde Messi se quedó mirando la Copa del Mundo por más de treinta segundos. La foto fue un viral por varios días. Allí aparece Lionel, desconcertado, sin respuestas, sin saber qué más tenía que hacer para levantar un trofeo con el seleccionado argentino.
Han pasado siete años, tuvo que ser un día ’10′ para que el ’10′ regrese al mismo coloso para imponerse. A los 34 años, Lionel Messi hace de un título un prematuro homenaje. Cuando acabó el encuentro todos lo rodearon. Todos lo cargaron. Todo pidieron un selfie con él. Los compañeros de la ‘Pulga’ sienten que ganaron dos trofeos: la Copa América y la revancha del compañero-ídolo.
Con el perdón de los pentacampeones del mundo, el 10 de julio del 2021 será recordado como el Maracanazo de la justica. Fue feliz el que hizo felices a todos. Campeonó Argentina. Campeonó Messi. Campeonó el fútbol.
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