Andrés Hurtado empezó a hablar: nuevos involucrados y la posibilidad de ser colaborador eficaz
En Alemania 2006, Marcello Lippi dio al mundo del fútbol una demostración genial de estrategia. Su Italia era una selección discreta con una ruta muy propicia para avanzar. Le tocaron rivales muy accesibles hasta semifinal: Ghana, Estados Unidos, República Checa, Australia, Ucrania… Era coser y cantar. La propia Gazzetta dello Sport escribió: “Tenemos una llave muy afortunada, si sabemos aprovecharla, estaremos en la final”. Se dio tal cual. Al asomarse a la semi se le apareció Alemania en el camino, el sempiterno cuco de los Mundiales. Y siendo dueño de casa… Lippi plantó una Italia prudente, no defensiva, sí consciente del nombre que tenía enfrente. Pasó el primer tiempo, 0 a 0, Alemania ni se acercó al arco de Buffon. Vino el segundo y fue un calco, Italia respetuoso, Alemania impotente. Ahí apareció el talento de Lippi. Fueron al suplementario e introdujo dos cambios audaces: sacó dos volantes: Perrotta, de contención, y Camoranesi, de ida y vuelta. Puso dos delanteros netos: Iaquinta y Del Piero, sumados a Gilardino, que ya estaba, y a Totti, un diez con alma de nueve. Vio que Alemania no era nada y le tiró toda la caballada encima. Al diablo con la prudencia. Ganó Italia 2-0 con goles a los 118′ y 120′. Todo al revés de Pekerman, quien teniendo mucho más material, se replegó ante Alemania e hizo cambios sin valentía, dejando a Messi en el banco, por eso uno es campeón del mundo y el otro no.
