"El capitán del futuro", por Miguel Villegas. (Foto: USI)
"El capitán del futuro", por Miguel Villegas. (Foto: USI)
Miguel Villegas

Está llorando, se escapa, pero no se quiere ir. No se quiere ir porque quiere jugar. Porque cuando uno es niño solo quiere jugar hasta que se apaguen las luces de los postes, hasta que silbe tu viejo, hasta que la comida de mamá se enfríe. Cuando uno es niño no hay mañana, todo es para hoy. Y Renato Tapia quiere seguir jugando: es 1-1 ante Colombia, es repechaje, pero quiere seguir jugando. Y aunque el volante de Perú es un hombre grande, es padre de familia, paga cuentas y cambia pañales, hay en ese cuerpo grandote instantes de ese niño que todavía es.


Los mejores futbolistas son los que todavían conservan, intacto, ese viejo espíritu amateur.


No es nuevo lo de Renato Tapia en la Eliminatoria. Para nada. Es notable su despliegue, su visión, su estado físico. Es notable, además, porque no solo lo notan los de afuera -meros espectadores- sino sus compañeros, de Guerrero a Manzaneda, que en la intimidad del grupo de whatsapp lo llaman, con grandeza, "El Capitán del Futuro". ¿Qué hay qué hacer para que te digan así? ¿Cómo hay que portarse? Si le dijeran solo futbolista, hubiera sido ya suficiente elogio.


Anoche fue dos hombres: uno duro con la pelota en primer tiempo, otro entregado y más atento en el segundo, donde la energía se va con más velocidad y los minutos son condena. Ahí, sin Yotún y con la versión discreta de Cueva, Tapia fue Tapia y ellos dos.


Era back pero le sobraba juego. Ese era su pasado. El puesto me exigía una patada pero él entendía el pase. Dicen los que lo conocieron en Esther Grande que Renato Tapia era un dotado de habilidades técnicas que -sin rubor- lo ponían siempre dos o tres peldaños arriba de su promo. Ahmed lo vio y lo citó para la 20 esa del 2013 que cada tanto recordamos por eso: proponer juego. Para esa 20 que tan buenos representantes tiene en este Perú hoy. Supo esperar, siempre una virtud. Creció. Se fue a Twente de Holanda, se ganó el puesto, hizo goles y allá, bajo el rigor europeo, la TV por cable nos comprobó que no era un ministro de la defensa. Era un 10 encubierto. Y aunque la mudanza a Feyenoord le ha costado, y no es siempre titular y eso le cuesta, Tapia nunca se queja y llega a los entrenamientos de Videna antes que nadie y mejor que todos. En tiempos de jugadores millonarios, encontrar un amateur así es oro entre escombros.


Hay maneras más sencillas de llamarlo. Renato Tapia juega al fútbol. Dignifica la profesión y se va a dormir tranquilo. No sé cuántos pueden decir lo mismo en estos tiempos.

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