Ricardo Gareca, su padre futbolístico, lo ve como “un 10 como los que ya no hay”. De esos cracks de antaño, gambeteros, pícaros, con mucho “barrio” en sus pies. Su celular recibió el llamado de dos genios como él: Diego Armando Maradona cuando lo quiso llevar a Gimnasia y Juan Román Riquelme para tentarlo de dejar Arabia Saudí por Boca Juniors. Es Christian Cueva (Huamachuco, 1991), el ‘10′ de casi metro 70 que juega como si bailara una cumbia y mantiene intacto nuestro sueño de ir al Mundial de Qatar.
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Que hoy Christian sea el responsable de que Perú esté en un nuevo repechaje (sus cinco goles y dos asistencias nos dieron 21 de los 24 puntos que sacamos en las Eliminatorias) no es cuestión de suerte. De talento sí, pero sobre todo de una decisión que cambió su vida por completo a los 30 años: entregarse a la fe y el trabajo de José Neyra, el coach deportivo que más que preparar grandes futbolistas, los recupera. Eso hizo con Cueva.
Neyra es un entrenador chimbotano del mismo tamaño que el volante, de contextura delgada y aspecto de un buda que pone a Dios por delante de todo. De hecho, Christian llegó a sus brazos a finales del 2020, días en los que no la pasaba nada bien. Había salido por la puerta trasera del Yeni Malatyaspor de Turquía, su cuarto club (después de Krasnodar, Santos y Pachuca) tras el Mundial Rusia 2018 y ese penal fallado ante Dinamarca que, según sus propias palabras, lo ha marcado de por vida.
“Fue un momento duro para él y su familia. Ese día estuvimos con sus padres esperando que salga de su dormitorio en la concentración de la selección. Estaba muy afectado, así que le hicimos escuchar la música que más le gusta: Chacalón, Agua Marina, Armonía 10. Le hicimos entender que él, por el solo hecho de estar en el Mundial, era un ganador, que era el ejemplo de muchos provincianos que conquistan Lima primero y luego el mundo”, recuerda Augusto Sánchez, cocinero peruano y uno de los fundadores de la cevichería “Mi Barrunto”, pero también uno de lo que más conoce a Christian como persona, desde cuando aún era ‘Cuevita’ y jugaba en Alianza Lima, allá por el 2014.
Salir del abismo no es fácil, se necesita fuerza de voluntad. Y el ‘10′ lo tuvo. “Me llamó su representante y luego conversé con Christian. Me dijo que venía siguiendo mi trabajo por las redes sociales, que quería recuperarse. Estaba muy mal anímicamente, decaído”, nos contó Neyra en una entrevista pasada. Hoy, en Arabia, de momento no tiene tiempo de hablar con la prensa, está cien por ciento enfocado en entregarnos al mejor Cueva para el repechaje. Y eso hay que agradecérselo.
“Convivimos con él y su familia desde antes de Navidad. Conversábamos por las noches. Trabajamos mucho la parte espiritual, un lado sumamente importante. Cuando ponemos a Dios por delante, todo es posible”, indica. El Cueva de ahora, que en sus últimas publicaciones de Instagram menciona a Dios, encontró la paz.
Sacrificio y fe
José Carlos Neyra nació en Chimbote y aprendió a patear un balón al mismo tiempo que aprendía a leer o escribir. Creció al lado de su abuela porque sus padres estaban separados, ese contexto alimentó su necesidad de acercarse a Dios y pedirle cada noche por esa familia partida. “Yo oraba mucho para tenerlos juntos y gracias a Dios lo hice, viven conmigo. Dios no quiere que perdamos la fe, por eso siempre toco el tema espiritual”, nos contó en una charla. Esa fe inquebrantable se la transmitió a Christian Cueva.
Cuando empezaron a trabajar en Trujillo, a inicios del 2021, el volante no tenía equipo y ya se habían jugado cuatro fechas de las Eliminatorias: Perú había sacado un punto de doce posibles. Lo que vino después fue una resurrección de película. ‘Aladino’ firmó por el Al Fateh, un club de Arabia Saudí que le dio la tranquilidad que necesitaba, y se llevó a Neyra hasta el otro lado del mundo. Bajo un insoportable calor de 40 grados y cumbia a todo volumen de fondo, el ‘10′ se sacrificó horas y horas por un objetivo: potenciarse físicamente, un detalle que en el fútbol actual, ese que vigila las dietas, los ejercicios y hasta las horas de sueño en un laboratorio, cuenta y mucho.
“El talento siempre lo tuvo, nació con eso. Sin embargo, con Neyra ha potenciado su rendimiento físico en el campo. Ahora Christian recorre entre 11 y 13 kilómetros por partido. Es como tener un motor de carro de alta gama. Está corriendo como un Ferrari”, señala Augusto Sánchez.
En Al Fateh, el atacante lleva 16 goles en dos temporadas -la actual campaña aún no acaba-, el mejor registro de su carrera. Y en la selección, sus siete participaciones directas (cinco goles, dos asistencias) fueron desde junio del 2021. En el pase que le da a Edison Flores, en el minuto 85, se sacó de encima a Wilmar Barrios, un recio volante de marca, para que Perú venciera 1-0 a Colombia en el horno de Barranquilla.
Hombres de honor
Seis de mayo de 2022, hace un par de semanas. Luego de jugar 96 minutos con 40 grados encima, Christian Cueva y José Neyra no dudan en entrenar sobre una especie de pisos de caucho y con una pelota gigante de pilates. “Fe inquebrantable. Persistir”, las dos palabras que usa el profesor para publicar el video de los ejercicios que buscan trabajar el equilibrio y fuerza de piernas del volante, que en las Eliminatorias no tuvo problemas en aguantar un balón de espaldas ante el uruguayo Ronald Araujo, el gigante del Barcelona.
Pero Christian no solo llevó al profesor Neyra a Arabia pensando en el repechaje mundialista. Con ellos también fue Richard Palomino, el hermano que Cueva conoció en la San Martín a los 14 años, cuando dejó Huamachuco para venir a Lima. La familia de Richard adoptó al pequeño Christian, le dio un hogar y él se lo retribuye cada vez que puede.
Pero Palomino no es un invitado más en Arabia. Fue futbolista y a la par estudió para ser director técnico. Es decir, el ‘Cholo’ ha contratado a dos profesionales de alto rendimiento para repotenciarse, y así llevar a Perú a Qatar 2022.
“Tendré revancha”, aseguró Cueva sobre su penal fallado en Rusia. La vida lo ha puesto a tiro de un nuevo Mundial con la chance de volver a enfrentar a Dinamarca y Francia en un grupo que completa Túnez. Esta vez sus rivales se podrían cruzar con un jugador más enfocado, que ha trabajado su cuerpo sobre las brasas del Medio Oriente. Allí estará a su lado, sosteniéndolo, Neyra, su maestro del fuego.
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