Por más simpatía que se le tenga y por mas ‘pizzalover’ que se pudiese ser, es una data objetiva decir que el rendimiento de Claudio Pizarro en selección no fue el mismo que en sus clubes alemanes. Los contextos son diferentes, claro, pero si la fama en Europa la alcanzó por su impresionante media de goles sería absurdo no pedirle lo mismo o alguna estadística parecida en selección. Por lo tanto, que en Bundesliga, por 20 años, haya sostenido 1 gol cada 155 minutos contrasta bruscamente con números que en Eliminatorias, también por casi dos décadas, arrojaban un tanto cada 615 minutos. Digamoslo de otro modo: Pizarro hizo 6 goles en 5 Eliminatorias. ‘Oreja’ Flores presume 5 en 1, y no es ni delantero.
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Claudio Pizarro no es segundo punta
Contemporáneo de Maestri primero y de Paolo Guerrero después, Claudio Pizarro vivió tiempos de sobreabundancia de ofensivos y cierta escasez de volantes y defensas. Los técnicos trataban de cuadrar a todos los delanteros juntos. En esa línea, desde Juan Carlos Oblitas (1999) a Sergio Markarián (2013) se usó a Pizarro no como primera punta (un ‘9′) sino como un segundo delantero, que en las misiones de Perú debía asociarse más con el medio de lo que lo hacía el otro ofensivo. El experimento hecho en 69 de sus 85 partidos en selección lo alejó de donde Julio César Uribe dice que Pizarro es más productivo: los últimos 30 metros. Para el ‘Diamante’, es un crack dependiente de los centros, lo que hace necesario explotarlo más adentro. Cuando en 2016 Gareca dejó de llamarlo y lo reemplazó en su posición por un enlace como Cueva, quedó claro que Perú detrás del ‘9′ necesitaba ahí un jugador de asociaciones, no un segundo punta como Claudio.
Equipo grande vs Equipo chico
Dejando claro que Pizarro es más un finalizador que un jugador de pases, la otra diferencia real entre los escenarios de Alemania y Perú pasaba también por el diseño de los equipos que integró. Tanto el Bayern como el Bremen, eran conjuntos de un sistema muy agresivo en ataque, lo que posibilitaba que los delanteros tuviesen promedios de 4 o 5 chances de gol por partido. En ese contexto, sus compañeros (Elber, Makaay...) y él anotaban seguido, liderando casi siempre las tablas de artilleros con altos porcentajes. En la selección peruana -equipo chico de Sudamérica más en los tiempos de Claudio-, las opciones de cara al arquero no eran esas sino apenas 1 o 2 y en aquellas Pizarro casi siempre fallaba. Perú fue último o penúltimo en goles a favor en las Eliminatorias de 2002, 2006, 2010 y 2014. Tan dependiente de las habilitaciones, Pizarro no gozaba ni remotamente del escenario europeo. Su % de acierto, además, nunca fue tan alto como para que fluya con la bicolor.
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Derrotado por la presión
La mezcla de opciones, fallos y derrotas colectivas hizo que con los años el capitán Pizarro vaya sumando cemento a la mochila de presión. Frente al gol le ganaba la ansiedad. Sobre todo en los mano a mano, como, por ejemplo, el penal fallado en Lima ante el argentino Romero. La gente lo hería, la prensa lo mataba y él insistía en su receta. Incluso cuando Markarián probó en 2012 en un amistoso contra Ecuador que Claudio vaya de ‘9′ y Paolo detrás, los jugadores prefirieron moverse como siempre: Pizarro volanteando y Guerrero de punta-punta. “Así están cómodos”, justificó Sergio, quien valoraba el aporte de Claudio “en otras facetas” . Una triste ironía porque Pizarro llegó a la selección para, en teoría, compensar la falta de gol de Maestri, quien en su tiempo fue acusado de exactamente lo mismo: estar bloqueado de cara al arco y ofrecerse como una suerte de “pivote” que facilitaba acciones tácticas pero no concreciones de gol.
En conclusión, sería muy mezquino no decir que hablamos de un caso de éxito individual notable a nivel de clubes, con una constancia y regularidad asombrosa por 20 años, que incluso llegó a posicionarlo detrás de Messi, Kun y Di Stéfano como máximo anotador latino en copas europeas (48 tantos). Dicha eficacia, sin embargo, dependía de un entorno y un contexto. No era el supercrack que podía imponer sus condiciones donde fuese. Era un muy buen futbolista complementario. De rol. Casi un especialista. Ni en Bayern ni en Bremen fue la estrella 1 o 2 del plantel. Era el 3 o 4. En un Perú carente de referencias superiores, sus entrenadores -y el propio Claudio- leyeron que podía darle otras cosas al equipo desde la arquitectura del juego, pero su real función era la de un finalizador. El error conceptual no fue menor y se repitió por años. Por 17. La consecuencia ha sido una gran carrera personal que -sin embargo- no goza de la unanimidad que sí poseen los grandes héroes de la selección. Teófilo Cubillas o Uribe, por ejemplo, no desarrollaron en clubes la trayectoria de Claudio, pero son mucho más populares entre la gente. Pizarro es exitoso -quizá, el más exitoso- pero lo es por otra vía.
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