Jerónimo Pimentel

La despedida de tiene un alto nivel simbólico, pues es consistente con la percepción que aquí se tiene de su carrera: apreciada en Alemania, más que en Perú; glamorosa en términos europeos, mas no popular en un sentido sudamericano; merecida, y sin embargo ajena.

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Pizarro logró todos sus objetivos profesionales en la Bundesliga, al punto de ser emblema de dos clubes: Werder Bremen y Bayern Munich. No hay otro jugador peruano que haya sido tan consistente en el máximo nivel durante tanto tiempo, lo que no es poco tomando en cuenta las picos que tuvieron en el Viejo Continente Teófilo Cubillas, Hugo Sotil, Víctor Benítez o Jefferson Farfán. Pero en términos de constancia y adaptación ningún peruano logró establecerse en la élite como él. Los actos posteriores a su retiro lo confirman: su biografía la escribió Reimar Paul para un público básicamente germano, su partido de homenaje reunió a 42 mil personas en Bremen, es embajador y leyenda del Bayern Munich para el mundo.

En la cancha, hubo una muestra de ese reconocimiento por parte de sus pares, quizás la mayor forma de gratitud a la que se pueda aspirar. Entre ellos se hallaban varios de los protagonistas del fútbol europeo de hace dos décadas: Ailton, Micoud, Nelson Haedo Valdez, Silvestre, Robben, Hargreaves, Elber, Mario Gómez, Van Buyten... La fiesta de la nostalgia, salpimentada con chispazos de calidad, alegró un cotejo en el que lo más resaltante fue el ambiente de distensión alrededor del peruano. Algunos conceptos se rescatan incluso en este tipo de partidos: la técnica persiste ante el declive físico, el fútbol es generoso con el espectáculo incluso en sus formatos más ligeros, pocas cosas son más hermosas que un público agradecido.

¿Notas amargas? El aficionado peruano siempre tendrá una con él. Así como no ha podido hacer suyo el éxito internacional de Pizarro, de la misma forma resiente que, salvo la invitación a su hermano, el 14 no haya convocado para este partido a ninguno de los peruanos que compartieron tiempo con él, como Farfán (casi retirado, seamos serios), Mendoza, Solano o Vargas. La explicación oficial es que habrá otro partido, quizás en Matute, donde departirá con sus excompañeros de selección. Pero más allá de la explicación logística, ¿tan desasociados están los mundos del Bombardero como para tener que escindir la despedida? Al confirmar la división, Claudio refuerza una narrativa que no le hace bien a su legado: que su vida en Europa no tiene ni tuvo nada que ver con la de Perú, lo que confirma su dispar desempeño en club y selección, la principal crítica que le hacen sus detractores.

Sin embargo, no tiene sentido sobreinterpretar una carrera que ha sido en esencia triunfal. Claudio Pizarro es el mayor referente internacional del fútbol peruano en Europa y, cuando se alcanza esas alturas, uno tiene el derecho de autocondescenderse. Ayer intercambió las camisetas que mejor lució en el campo y marcó a placer con sus viejos y encanecidos colegas. Habría que ser muy mezquino para oponerse a tanta felicidad.

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