—En su última columna comparaba el entusiasmo que existe en Argentina por la selección de Scaloni con el experimentado con el equipo que dirigiera Marcelo Bielsa. ¿A qué se debe?
Hay cosas que unen a esta selección con la de Bielsa. Se ve un equipo integrado, con gente que deja la vida en la cancha, no da una bola perdida, corre del primero al último minuto. Parece un equipo serio y ese compromiso ha logrado contagiar a la gente, todo esto respaldado por la Copa América. Ese título fortaleció ese sentimiento, a los jugadores les sacó una mochila de no ganar nada que les pesaba cada vez más. Se los ve más livianos. A Messi se lo ve más liviano. Los jugadores están contentos. Parecen niños que están en Disneylandia pero que juegan muy en serio.
—Paulo Autuori dice que duda sobre el rendimiento de Brasil porque en Sudamérica, salvo Argentina, no ha tenido un rival que le permita medir su nivel. ¿Pasa lo mismo con ustedes?
El triunfo sobre Italia ayudó a despejar en parte esa duda. Ves la liga de Naciones en Europa y da vergüenza. Son partidos de compromiso, hechos para cumplir un contrato, con jugadores que tienen las cabezas en la playa, en las vacaciones. Es un papelón de la UEFA. Por eso creo que estos compromisos de Argentina en Europa hay que tomarlos en términos relativos. Estonia es muy débil, pero recordemos que un rival supuestamente débil como Islandia nos amargó el debut en Rusia 2018. Y el segundo tiempo ante Italia fue una exhibición que hacía mucho no veíamos. Argentina fue una máquina que hacía 30, 40 toques seguidos, con un fútbol de alto nivel. Que una selección sudamericana domine de ese modo a una europea, más allá de que no haya clasificado al Mundial, asombró mucho.
—Y dieron con la fórmula: no dejar todo el trabajo a Messi
Recuerda que esta selección se formó sin Messi por una sanción que debió cumplir. Eso permitió formar primero el equipo y que Messi llegara sin ninguna obligación. Al principio, el equipo fue irregular, pero se fue afianzando. Y Scaloni mostró su autoridad. El hecho de que el cuerpo técnico esté integrado por exjugadores -Aimar, Samuel, Ayala- no es un dato menor. Conocen la psicología del vestuario, tienen un manejo de grupo interesante. Y bajo perfil.
—¿Y cómo ve el repechaje?
Hay una enorme simpatía con Perú. Tiene que ver con lo regional, aunque sabemos que a veces por razones justificadas no nos sentimos muy queridos en la región (hemos hecho nuestros méritos para eso). Sin embargo, con Perú siempre hubo una sensación de afinidad, un vínculo distinto, desde antes de Gareca… y es curioso porque nos dejó fuera de un Mundial (México 70).
—El único al que no pudieron clasificar…
Sí, sí (ríe)… aun con ese antecedente, Perú siempre fue querible. Y la presencia de Gareca fortaleció ese vínculo. Gareca es un tipo que cae bien, muy serio. Aquí hay ganas de que Perú vaya al Mundial.
—¿Y cómo lo ve futbolísticamente? Mi impresión es que desde afuera nos ven como un equipo liviano, de fútbol vistoso, pero no difícil de vencer.
Es un equipo algo irregular. En casa es uno, fuera es otro. Vi parte del partido con Australia y me dejó la sensación que físicamente tienen algo con qué golpear a Perú. Por eso ustedes necesitan imponer su mayor técnica, pero para eso necesitan tener la pelota. Es curioso porque los peruanos que juegan en Boca son tipos fuertes. Advíncula empezó mal, pero hoy es un toro, un tractor por la derecha. Zambrano es más lento, no tiene la misma potencia, pero impone un rigor físico tremendo.
—¿No cree que el periodismo argentino es muy duro con los peruanos en Boca?
Todo lo que haga Boca va a salir en primera plana de los diarios. El miércoles jugaron contra Ferrocarril Oeste, un equipo de segunda división, y en el calentamiento se lesionó Salvio. Apenas se supo empezaron los rumores de que Battaglia lo había sacado por una indisciplina, cuando lo que tuvo fue un desgarro. Eso genera Boca. A los peruanos no se les trata ni más ni menos que a los demás. A Zambrano se lo respeta mucho porque en un Boca muy farandulero, siempre ha tenido bajo perfil. Siendo suplente, nunca protestó. El hincha de Boca lo quiere mucho. Además impone rigor físico, requisito para ser central de Boca.
—La excepción fue Meléndez…
Ja ja… Mañana viene Klopp, ofrece a Van Dijk y el hincha no lo va a aceptar porque quiere alguien que imponga rigor físico. Meléndez fue la excepción que confirma la regla.
—No hay mundial que no haya estado envuelto en controversias. ¿Con Qatar pasa lo mismo?
Este es más raro. Es un país donde el futbol no existe, se va a jugar entre noviembre y diciembre… Además, existe la certeza de que es la sede porque pagó más que otros. Eso le quita seriedad. Pero también me gusta pensar, como ciudadano de un mundo democrático, que es interesante que se organice en un país árabe, musulmán. Argentina va a debutar con Arabia Saudita y seguro seremos visitantes porque se habla que unos 600 mil árabes irán a Qatar. Allá hay un debate sobre cómo los acogerán porque existe una relación tensa entre ambos países. Tampoco se sabe cómo van a recibir a hinchas de 32 equipos que no son turistas de museos o playas, sino que van a hacer ruido, tomar, querer cambiar ciertas costumbres. Vamos a ver qué sucede.
—¿Tenía esperanza de que con Infantino cambiara la manera cómo se maneja el fútbol?
No por la forma en que llegó al cargo. Todos sospechaban que había sido el topo detrás de la caída de Blatter. Y cuando ves tanta ambición, empiezas a sospechar. O cuando ves que antes de reunirse con presidentes de federaciones, se reúne con presidentes de países, Ahora existe una batalla entre la UEFA y la FIFA, con la Conmebol convertido en actor de reparto alineado con la UEFA.
—¿Y eso le conviene a Sudamérica?
Infantino tiene los votos para imponer su proyecto de organizar un Mundial cada dos años, pero tanto Sudamérica como Europa ya le dijeron que no van a participar, entonces ha tenido que ceder. También ha retrocedido con su proyecto de hacer un mundial con 24 clubes. Sabe que puede obtener victorias, pero sabe también que sus consecuencias pueden ser peores.
—¿Es factible un Mundial con 48 equipos?
Es una locura. Se va a perder no solo competitividad, sino la sensación de lo que significa un Mundial. Va a bajar la calidad.