Como si estuviera en la grabación de un spot premundialista, Kylian Mbappé decidió ser el actor estelar en ese museo de la fama del fútbol en el cual se convirtió el PSG-Real Madrid el pasado martes. Ya estaba casi sellada la paridad; sin embargo, el atacante francés exhibió magia y casi surrealismo. En la última jugada del partido, Mbappé traspasó el mínimo espacio entre Lucas Vázquez y Militao. Trascendió para gritar el único gol. Minutos después escribió: “Esto es París”. En la ciudad que asombra con la Torre Eiffel, hoy la última maravilla es él.
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Los 160 millones de euros que vale el pase de este galo, probablemente muy pronto sean muchos más. Ante su probable próximo equipo (el Real), mostró habilidad, persistencia y profesionalismo. Era un partido con Balones de Oro en el campo de juego, con candidatos al The Best buscando brillar. En medio de tantas vitrinas llenas, Mbappé se llevó el premio mayor. Y a partir de allí resucitó un tema en la agenda de los principales programas de tertulia deportiva: ¿Es Mbappé el mejor jugador del mundo?
Desde hace cinco años, este “Tortuga Ninja” camina en esa delgada línea que limite al nuevo rey del fútbol con una falsa promesa. Sus primeros anuncios de grandeza los vivió en el Mónaco. Empezó en un principado y hoy juega en el Parque de los Príncipes. Es inevitable pensar que está destinado a ser el próximo rey.
Como las grandes leyendas del balompié, Mbappé se acercó al podio de los más grandes siendo campeón del mundo. En Rusia 2018 sus números fueron abrumadores: 4 goles, 32 regates y 152 pases acertados. Mientras narraba el partido entre Argentina y Francia, el locutor Pablo Giralt lo rebautizó como “Pelezinho”. Dentro de la enorme alegría que vivieron casi treinta mil peruanos en la última Copa del Mundo, hubo 90 minutos de aceleración cardiaca y de colapso nervioso. La adrenalina indiscutible en Rusia también pudo acompañarse de un partido completo sufriendo a Mbappé.
Y la lluvia caerá
En el álbum histórico más exclusivo de los equipos peruanos hay páginas doradas cuando la selección, o algún club nacional, enfrentó a los mejores del mundo. Allí se podrán guardar la visita de Di Stéfano al estadio Nacional en 1960 (con la selección de España), los regates de Pelé contra la blanquirroja en México 70 o la marca de Reyna a Maradona en 1985. Muy pronto, sin que nadie lo discuta, se sumará a esa colección cuando el equipo de Gareca se midió con la Francia de Mbappé el 21 de junio del 2018.
Cada año tomará más valor ese partido. Por ahora, ese lugar top se comienza a guardar en la mente de los 30 mil peruanos que llegaron a Rusia o de los casi veinte mil que lograron viajar a Ekaterimburgo, la melancólica ciudad rusa que nos recibió con una lluvia que parecía interminable.
“Un día después de la clasificación al Mundial nos reunimos en una casa para comenzar a hacer el plan de aliento en Rusia. Queríamos hacer la diferencia, aún no sabíamos que existía ese premio de la FIFA. Solo queríamos hacer historia como hinchada. Pero todo lo planificamos con tiempo. Organizamos la logística, la economía, contactamos a un peruana que estudiaba Matemática en Moscú y tuvimos muchos meses antes una hoja de ruta”, me responde Jesús Bustamante, director de la Blanquirroja.
El centro de operaciones fue Moscú y las conexiones para los partidos en Saransk (Dinamarca) y Sochi (Australia) ofrecían opciones variadas en avión y tren. El check difícil era Ekaterimburgo, por distancias y por no ser una ciudad con pasado turístico.
Miles de peruanos tuvimos que comprar boletos áereos con escalas larguísimas. Con casi cien compatriotas tomamos el vuelo la noche anterior al partido. La escala fue en Surgut, una ciudad rusa de Siberia occidental.
Llegamos casi de madrugada, de desayuno la mejor opción era tomar un reponedor borsh, una sopa de origen ucraniano con carne y beterraga. “¿Y si damos una vuelta por Siberia?”, nos comentamos entre peruanos. Sonaba audaz e interesante, pero el plan fue abortado por una recomendación de un policía local. Un año antes hubo un asesinato masivo con arma blanca en el centro de la ciudad. Surgut aún contagiaba pánico.
Al mediodía tomamos el vuelo corto a Ekaterimburgo, aterrizamos tres horas antes del encuentro. Una lluvia tremenda nos daba la bienvenida y postergaba la visita a la Catedral de la Sangre Derramada, el monumento más conocido de la zona. Los primeros reportes que nos tocó enviar a Lima avisaban de un posible partido con lluvia torrencial. Afortunadamente para Perú, el cielo se despejó una hora antes del encuentro.
Mi vuelo a Ekaterimburgo tuvo una escala en Surgut. Esta foto sencilla de aeropuerto, y casi fuera de foco, será la única prueba que tendré para contar dentro de unos años que, por seguir a @SeleccionPeru, tuvo que pisar hasta la Siberia.#PreparadosParaTodo#DTMundialistas pic.twitter.com/j6XDGWLo0T
— Pedro Canelo (@pedrocaneloec) June 21, 2018
Contigo, Perú, para siempre
Edwar Apaza es otro de los directores de la Blanquirroja que viajó a recibir el premio The Best por ser “la mejor hinchada del mundo” para la FIFA. “Cuando nos reunimos en mayo, en el teatro Mario Vargas Llosa, vimos un PPT donde decía ‘¿cómo ser la mejor hinchada del mundo?’”, no imaginamos lo que iba a pasar meses después. Podríamos decir que fue una feliz premonición”, me dice Apaza a través de un audio de Whatsapp.
En Ekaterimburgo también éramos mayoría. Un voluntario de FIFA nos explica que el estadio Arena tenía una tribuna removible y que iba a desaparecer después del Mundial. Para el torneo tenía un aforo para casi 40 mil espectadores y hoy se quedó con espacio para 25 mil.
Hubo muchos momentos emotivos en esa Copa del Mundo, pero uno de los picos se alcanzó con el “Contigo Perú” en las tribunas de Ekaterimburgo. Los hinchas entregados al verso más patriota, los jugadores de la selección calentando en la cancha con el pecho inflado. Las camisetas mojadas por tanta lluvia se secaron con la sangre caliente de un aliento incondicional.
Mbappé: el crack inevitable
“Sí fue un gran partido de Mbappé, pero otro jugador durísimo fue Giroud”, recordaba con nosotros el año pasado, Christian Ramos, zaguero titular esa tarde. Perú tenía que ganar para no quedar fuera del Mundial y Gareca entendió esa urgencia.
La blanquirroja fue aplicada en la presión, en la marca, pero nunca se tiró atrás. Por eso, las pulsaciones se multiplicaba cada vez que el balón llegaba a Mbappé. Con espacios, el jugador del PSG siempre tendrá ventaja. Por su banda, quienes tuvieron más trabajo fueron Edison Flores, Yoshimar Yotún, Alberto Rodríguez y Miguel Trauco. Esa función escalonada se mantuvo en orden hasta ese balón recuperado por los franceses, que acabó con el remate de Giroud frente a Gallese y con el rebote aprovechado por Mbappé. Tenía que ser él. Siempre lo supimos, aunque pocos queríamos aceptarlo. Kylian Mbappé es un crack inevitable.
Pelé no pudo con Rubiños en el 70, Maradona solo pudo darle pase a Pasculli en el 85, pero quien sí pudo aparecer festejando en la foto de portada fue Mbappé. Sufrir un crack mundial, probablemente el mejor de hoy, es no poder predecir el movimiento, es saber que la principal opción es que un jugador como Mbappé acabará ganando.
Muchos de los peruanos que fuimos a Rusia nos llenamos de checks para toda la vida: “Vi a Perú en el Mundial”, “Grité un gol peruano en Rusia”. En esa lista nadie debe sonrojarse por agregar: “Hubo un día lejano, en el que pude ver jugar a Mbappé”. Sí, aunque no me lo crean, a ese mismo Mbappé.
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