Ganar siempre es imposible. No existe equipo o deportista que lo haga. Todos, tarde o temprano, pierden. Entenderlo es muy fácil, creo. Es algo lógico, racional. Nada es perfecto en esta vida. En el Perú, sin embargo, captar la idea es más complicado de lo que parece. Sobre todo cuando se trata de la selección. Sobre todo cuando se trata de una selección que le ganó 2-0 a Croacia, jugó el Mundial Rusia 2018, goleó 3-0 a Chile, entre otros logros.
Las derrotas, más si se trata de amistosos, son mejores de lo que parecen. ¿Vieron la rabia de Jefferson Farfán al final del Perú vs. Costa Rica del martes? ¿Notaron el cambio de velocidad del equipo con respecto del duelo ante Ecuador? No alcanzó, es cierto. Todavía nos falta para llegar al nivel de estar 15 partidos sin perder. En defensa, en ataque y en actuaciones individuales es posible seguir mejorando.
A nadie le cabe duda, intuyo, que el equipo sabe a lo que juega. El sello de Gareca está. Este Perú sale a proponer, a buscar, a ser protagonista. No de cualquier forma. Lo hacemos con criterio. El chip lo tenemos y mientras Ricardo siga siendo el técnico difícilmente lo perdamos. Antes nos quejábamos porque no éramos capaces de dar tres pases seguidos. Hoy nos sobra juego. Pasa lo siguiente: los rivales juegan, a veces nuestros jugadores no están en su mejor noche y los errores –incluso hasta arbitrales– no resultan a nuestro favor. Ni siquiera Alemania –cuyo trabajo en divisiones menores ha sido halagado hasta el cansancio– es capaz de mantenerse en lo más alto.
De las derrotas se puede aprender y mucho. Decía Marcelo Bielsa que el “éxito es deformante, relaja, engaña, nos vuelve peor, nos ayuda a enamorarnos excesivamente de nosotros mismos; el fracaso es todo lo contrario, es formativo, nos vuelve sólidos, nos acerca a las convicciones, nos vuelve coherentes”.
Y, nos guste o no, suena mal o no, creo que es la mejor forma de cerrar un 2018 que básicamente nos ha llenado de alegrías e ilusiones. Gareca se irá de vacaciones con la convicción de que su equipo necesita encontrar su mejor versión. Los jugadores, por su parte, regresarán en marzo (próxima fecha FIFA) con otra mentalidad. Rebeldía no les va a faltar en el próximo partido de la selección. Eso es seguro. Al menos ya no pensamos que estamos para ganar la Copa América 2019 (lo que no quiere decir que no sea posible).
Si Gareca saca lo mejor de estas caídas, como ya lo hizo en sus primeros años como entrenador de la selección –y en peores circunstancias– no hay dudas de que veremos un mejor Perú el 2019.