La prensa oceánica explicó las razones por las cuales la sanción que recibió Paolo Guerrero no debe crear un clima triunfalista en Nueva Zelanda con miras a los partidos contra Perú por el repechaje. (Foto: EFE)
La prensa oceánica explicó las razones por las cuales la sanción que recibió Paolo Guerrero no debe crear un clima triunfalista en Nueva Zelanda con miras a los partidos contra Perú por el repechaje. (Foto: EFE)
Miguel Villegas

La noche en que Paolo Guerrero fue a la audiencia en Zúrich el cielo lloraba -nevaba- y el agua podía confundirnos. Como ahora más o menos.

Lima amaneció hoy con la drástica noticia de un héroe caído. Sin necesidad de fusiles, el fútbol erige generales en botines. Era, claramente, el tiro de gracia: el capitán de Perú ha sido sancionado con un año de suspensión por el doping positivo de la última Eliminatoria y la ciudad, en la más absoluta consecuencia, es más gris, más triste, más sola. La gente tiene la cabeza enterrada en el piso de la pena y porque busca más explicaciones en el celular. Pero no hay más que hacer: el tuit de FIFA es oficial. El peor síntoma es que por calendario hoy es feriado nacional pero nadie hace un plan para ir de paseo, nadie organiza el desayuno y el sol no ha salido. Más que asueto es duelo. Más que tu cama es un ataúd.

¿Qué pierde Perú sin Paolo? Alegría, en principio. Nos había costado sonreír 36 años y a falta de otro motivo, el fútbol había conseguido activar esos resortes. El fútbol y los goles de Guerrero. Ahora hay doble responsabilidad que debe ser asumida de inmediato, tamaña crueldad: para el equipo de Gareca, que deberá aprender a jugar sin él, y para los hinchas, que se harán expertos en photoshop para colocar su cara en el póster. Un drama para el país de los dramas.

Por el milagro de una rebaja de pena, los peruanos estaríamos dispuestos a pasear al Señor de los Milagros desde hoy.

La pena más grande no es la que uno tiene a la mano, es la que no está. El abrazo más triste es el que ya no puede darse. Cómo va a doler que en Rusia todos lo hagamos y Paolo no esté.

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