El aplausómetro: dícese de ese medidor de afectos que, en los bulliciosos estadios, honra la entrega, trayectoria o el talento de un futbolista. En las últimas fechas de amistosos de selecciones nacionales, el ganador de ese reconocimiento en Perú fue el lateral-volante Oliver Sonne Christensen.
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Quizá algunos no lo entienden, quizá a otros les indigna, pero hay varias maneras de explicar la “Sonnemanía”. Es cierto que estamos ante un fenómeno nunca antes visto en la selección bicolor. A Lapadula le costó ganarse la aceptación con goles y con entusiastas pasos de cumbia cervecera. Sonne solo tiene media hora vestido de blanquirrojo y ya recibe las ovaciones de ídolo consolidado.
El hincha peruano aplaude no solo la jugada vistosa, sino que también tiene debilidad por la entrega, por dejar la camiseta inundada de sudor. Por eso Corzo es querido por todas las hinchadas, por eso el ‘Chorri’, a pesar de su enésimo ampay, sigue siendo reconocido como el futbolista peruano que se mereció un Mundial.
Oliver Sonne ya supera los 2000 minutos jugados en esta temporada con el Silkeborg de Dinamarca. Es normalmente titular en los últimos dos meses.
Digamos esto claro sin que nadie se moleste: Sonne fue el primero en anunciar su deseo de jugar por la selección. Recién después de sus coqueteos en redes sociales, Juan Máximo Reynoso cruzó el charco para conversar con él. Lo que más demoró fue el pasaporte de su abuela peruana, pero todo fue un trámite veloz y sin dudas. Con Lapadula no fue igual, el indiscutible ‘9′ de esta selección al principio no quiso venir. Punto para Sonne.
El ‘Vikingo de los Andes’, además, exhibe todo lo contrario al pelotero peruano promedio: es atleta, no aparece en programas de farándula y aprende castellano con sorprendente rapidez. “Claro, pe causa”, pronuncia Sonne y el respetable público se derrumba. Cada guiño cultural del peruano-danés produce efectos sísmicos en los corazones rojiblancos.
Ante Nicaragua y República Dominicana, Sonne demostró que es un futbolista profesional y que tiene condiciones físicas para la alta competencia. ¿Esto es suficiente para que siga siendo convocado? De ninguna manera, es apresurado asegurar eso. Tampoco estamos ante un superdotado de elite. Si Sonne fuera un lateral de primerìsimo nivel sería seleccionado por Dinamarca y, por lo menos, ya tendría contrato con un club inglés como el Brentford, que ha demostrado una especial debilidad por los futbolistas nórdicos. Lo que también es cierto, es que Oliver viene de una liga de superior nivel. Dinamarca desde 1986 ha logrado acomodarse muchas veces como una selección top ten de Europa y su campeonato local está creciendo. El último monarca de este país, el FC Copenhague, logró clasificar a los octavos de final de la Champions dejando fuera a dos históricos como el Manchester United y el Galatasaray.
A la primera semana de entrenamiento de Gianluca Lapadula con la selección, la respuesta de Juan Carlos Oblitas sobre su desempeño anunciaba todo lo que hemos visto en estos cuatro años. “Desde el arranque hizo la diferencia”, nos dijo el director de selecciones de la FPF. ¿Sonne ha destacado con tanta elocuencia? La respuesta es negativa en tiempos de Reynoso y aún es duda en la era Fossati. Solo el ‘Nonno’ sabe si lo mostrado en Videna le alcanzará al nórdico para tomarse otro vuelo Copenhague-Lima.
Contagiado por la nostalgia salsera de los noventa, me pregunto: ¿Qué hay de malo en amar? ¿Qué hay de malo en sentir? Ser carismático no es culpa de Sonne. Tampoco es responsabilidad del lateral que dos entrenadores de la selección peruana decidan llamarlo. Podrá ser más o menos talentoso, pero Oliver no es un embustero. Es titular en la primera división de Dinamarca, está cotizado en más de un millón de euros y con 23 años permite ampliar un universo de convocables muy precario.
Si Fossati decide que Sonne, a pesar de ser lateral que se acomoda a dos frentes, no encaja en su 3-5-2 habrá que respetarlo. Pero Oliver, estoy seguro de eso, ya siente que ha ganado. Tiene a un país que lo ama, redes sociales que explotan y hasta contratos con marcas para facturar con tanto afecto ganado.
¿Cómo se debe sentir Sonne? Su carácter nórdico, esa templanza que disfraza con su tímida sonrisa, disimulan el asombro y la sensación que está viviendo lo que parecía imposible. Oliver Sonne nació en Koege, Dinamaca, una pequeña y colorida ciudad con menos de 40 mil habitantes. Allí viven menos personas que todas aquellas que corearon su nombre en el Monumental de Ate. Es probable que no juegue el torneo continental de junio, pero Oliver debe sentir que sueña despierto. Ya ganó. Ya es un ‘Vikingo’ conquistando América.