Quien juega por el honor es porque ya lo ha perdido de sobra. Aquella Selección Peruana, la del invierno de 1993, había hecho demasiados méritos para fortalecer la honra nacional: cero puntos y diez goles en contra en cinco partidos de las Eliminatorias Sudamericanas a Estados Unidos 94.
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Por aquellos años, las Eliminatorias de esta parte del continente se asemejaban más a los mundiales que a la competencia sangrienta de todos contra todos que conocemos: se disputaban en grupos y se definían en apenas un par de meses. Perú integraba el grupo A junto a Argentina, Colombia y Paraguay y, por si hace falta recalcarlo, llegó a su último partido eliminado y colero.
Nos dirigía Vladimir Popovic, un yugoslavo que había alzado la Copa Intercontinental dos años atrás con la Estrella Roja de Belgrado. Un entrenador preparado que no convenció a nadie. La relación de los seleccionados no era como la de ahora: no les dedicaban murales ni cebiches. Nadie bautizaba a sus hijos con sus nombres, y nadie se endeudaba para verlos.
OPINIÓN: Que sea el mejor partido de su vida, sr. Rapallini
El Perú vivía un tormento inflacionario y su selección era el reflejo: vivía una agonía, y muy pocos estaban dispuestos a sacar de donde no tenían para sufrir una nueva goleada. Paraguay, en cambio, tenía chances remotas de clasificar a su quinta Copa del Mundo. Debía vencer en Lima —lo más sencillo— y rezar para que la Colombia del ‘Pibe’ Valderrama goleara por lo menos por cuatro goles a la Argentina de Batistuta en el Monumental. Más que difícil, parecía irreal.
Ni Alicio Solalinde, el entrenador de los ‘guaraníes’, lo creía posible: “¿Para qué nos vamos a engañar? Era muy difícil. Pensábamos que Argentina podía perder, pero no por tanto. En Paraguay se daba por perdida la clasificación, y quizá eso influyó en el equipo”, dice Solalinde desde Asunción. Es un hombre de 70 años que se mantiene vital: dirige a un equipo de la Primera B y sale de pesca los fines de semana.
La ‘Albirroja’ de aquellos días tenía un equipo prometedor: José Luis Chilavert en el arco, Celso Ayala en la defensa, y el experimentado Roberto Cabañas en el ataque. Perú, en cambio, padecía los estragos de ser un equipo nuevo, con solo dos jugadores en el extranjero: José ‘Chemo’ Del Solar y Percy Olivares del Tenerife de España.
En un rapto de lucidez, Popovic apostó por dos jovenzuelos quimbosos: Jorge Soto, lateral derecho del Sporting Cristal, de 21 años; y Dario Muchotrigo, un extremo del Alianza Lima, de 22 años. Fue uno de sus pocos aciertos. Muchotrigo anotó el primero a los 31′ en una arremetida por el medio donde se metió hasta la cocina: le quebró la cintura a Rivarola, trabó con Ayala, y casi cayéndose se la puso a un lado a Chilavert.
5 setiembre 1993 | Perú | Paraguay |
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Alineaciones | Miguel Miranda José Soto Juan Reynoso Álvaro Barco Percy Olivares Marco Valencia Pablo Zegarra José del Solar Jorge Soto Dario Muchotrigo Ronald Baroni | José Luis Chilavert Carlos Rivarola Celso Ayala Silvio Suárez Vidal Sanabria E. Struway Richard Acuña Milciadres Barrios Anders Mendoza Carlos Torres Roberto Cabañas |
Cambios | - | Ferreira x Barrios Monzón x Sanabria |
Goles | Muchotrigo 31′ Jorge Soto 77′ | A. Mendoza 61′ , 81′ |
Muchotrigo recuerda cada segundo de ese gol: fue el único que marcó con la Selección Peruana. Desde Fort Lauderdale, en Florida, nos habla con franqueza de aquel instante: “A mí nunca me ha gustado estar de relleno, así que esa vez aproveché mi oportunidad al máximo. En mi cabeza no había eso de que los paraguayos metían patada. En el mano a mano no le tenía miedo a nadie. Chilavert ya era Chilavert, pero pude darme el lujo de anotarle”.
El primer tiempo concluyó con dos sorpresas: Perú vencía por 1-0 a Paraguay y Colombia le ganaba con idéntico resultado a Argentina en su cancha. Se le estaba presentando la virgen a los paraguayos, pero los santos no premian a los hombres de poca fe.
¿Incentivos?
Durante el entretiempo, un peruano se le acercó a Federico Frutos, el único dirigente paraguayo que había acompañado a su selección a Lima. Como ha contado en un reportaje de ABC le ofreció un trato: Perú bajaría la guardia para que ellos lograran su objetivo solo si pagaban un jugoso incentivo a cambio. Dice Frutos que aquel hombre moreno, que vestía un sobretodo, no le dijo su nombre. Y que tampoco pudo comprobar si efectivamente tenía alguna relación con la dirigencia o el equipo peruano. Lo cierto es que pedía efectivo contante y sonante.
El técnico paraguayo Alicio Solalinde nos da su versión: “Había estado de cuclillas muy cerca a la banca de suplentes. Era un morocho de mediana estatura. Llegó hasta el camarin en el entretiempo. (Federico) Frutos me comentó que pedía ese dinero, pero que tenía que ser plata en mano. Él no manejaba ese monto. Ningún dirigente va preparado con un maletín (de dinero). Pero nunca supimos si lo que ofrecía era verdad. Siempre hay mucha gente avivada que no es nada”, explica.
Jacinto Rodríguez, arquero de Sport Boys y Alianza Lima en los años noventa, acompañó a la delegación paraguaya en esos primeros días de septiembre de 1993. Llevó a Solalinde al Hipódromo de Monterrico y a Chilavert a una tienda de ropa deportiva que lo auspiciaba. Casi treinta años después reflexiona sobre la clasificación que pudo ser y no fue.
“No había credibilidad desde la directiva y desde la gente. No pensaban que podía pasar lo que pasó. Y en el fútbol siempre hay que creer hasta el final”, dice. Rodríguez vio la eliminación de su país desde las graderías del estadio Nacional, junto a su familia y otros colegas paraguayos como Pedro Garay y Justo Jacquet, que en ese entonces jugaban en Sporting Cristal y Sport Boys, respectivamente. Todos andaban pegados a la radio, enterándose lo inimaginable: Colombia le estaba metiendo un baile a Argentina. Cada gol colombiano en lugar de tranquilizarlos, los desesperó. Fue un 5-0 inapelable que desaprovecharon.
Alfredo Mendoza empató a los 61′ de tiro libre. Pero una escapada de Jorge Soto a los 77′ con gateada de Chilavert incluida le dio una segunda estocada a la Albirroja que apenas pudo igualar el partido definitivamente con un nuevo gol de Mendoza a los 81′. Durante diez minutos, Paraguay estuvo a un gol del Mundial. A uno solo. Pero jamás llegó.
Perú se despidió último, pero con un punto. Hoy, tres décadas después, los papeles se invierten: Paraguay lucha por el honor y Perú por la clasificación. “Es un guiño cruel y hermoso para ambos. Para quienes vivieron aquella jornada del 93 es la eliminación más dolorosa y recordada. Para la nueva generación este partido (el del martes) lo que más importa es sostener lo demostrado ante Ecuador”, nos dice el periodista paraguayo Daniel Chung desde Asunción.
Si Paraguay dio por perdida su clasificación antes de tiempo, Perú no debe hacer lo opuesto: dar por ganado el repechaje a Qatar 2022. El equipo de Gareca debe columpiarse con inteligencia entre el optimismo y la confianza. Confiar, pero no confiarse.
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