Luis Advíncula, en indiscutible exhibición de sus condiciones físicas, trata de despegar por la banda derecha. Estábamos en los primeros quince minutos del encuentro. El lateral se pega a la línea blanca del campo y tropieza. Luego de levantarse, mira de reojo a Gareca prometiéndole que no volverá a caer. Nadie imaginó, en medio de tanta alegría por el día del hincha peruano, que en el complemento Advíncula iba a intercambiar los aplausos por silencios. No solo él, la defensa peruana se desconcentró en el segundo tiempo y pagó con dos goles rivales. Ecuador supo esperar el momento oportuno para hacernos perder el norte.
El inicio del partido ratificaba la solidez que, por ratos, parece mostrar esta selección peruana. Hay una idea de juego, hay sociedades evidentes, sin embargo, lo que toca trabajar para los próximos meses es sostenerse en el desarrollo de noventa minutos. Perú rotó el balón, dominó con más de sesenta por ciento de posesión en el primer tiempo, aunque fue perdiendo claridad ante un Ecuador que esperó, trabó el partido y esperó su mejor hora para el desnivel.
—El ‘Bolillo’ sabe—
Más allá de los descuidos de Advíncula en los dos goles ecuatorianos, aún sigue dejando la sensación que junto a André Carrillo forman en la zona derecha el principal activo que tiene Perú para hacer daño a los rivales. El hombre del Rayo Vallecano no tuvo muchas preocupaciones hasta que ese viejo zorro llamado Hernán Darío Gómez –el ‘Bolillo’ ha dirigido en tres Mundiales a tres selecciones diferentes, algo sabe–, hizo ingresar a Preciado por Montero. El hombre del Santos Laguna se encargó de superar a Advíncula, y Enner Valencia hizo lo propio con Ramos.
Dos balones de Preciado terminaron en los pies de los dos Valencia (Toño y Enner) para los tantos norteños a los 47 y 74 minutos.
Se fue soltando Ecuador y los cambios de Gareca, sumados a las soberbias apariciones de Gallese, simplemente evitaron una caída más estrepitosa.
—Las lecciones—
Yoshimar Yotún pide el balón a sus compañeros, antes ya miró de reojo a sus compañeros de ataque, corre unos metros, regresa. Busca el espacio, quiere arriesgar, retrocede la pelota. Y así sucesivamente. Este retrato de la ausencia de respuestas se repitió muchas veces anoche.
Costó muchísimo encontrar ese rincón para el desequilibrio. A Yotún, a Tapia y al mismo Farfán. Toca calmarse y reconocer una realidad: Perú se conoce, pero los rivales también. Que los hinchas no se pierdan de vista, que no se hable más de los ausentes que de los presentes. Ricardo Gareca, dentro de su notorio fastidio, buscará esa conexión con el gol que, por ratos, parece haberse perdido. Anoche quizá nos llenamos el alma de un feliz pasado. Hay que enfriar un poco ese corazón y reanudar las ilusiones. La Copa América y las Eliminatorias nos van a traer nuevas fotos para coleccionar. El último álbum de recuerdos que llenamos hay que cerrarlo. De una vez.
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