Está claro. A Claudio Pizarro no lo quieren en la selección. Lo juzgan por sus números y hoy, a 10 meses de la Copa América 2015, los limeños lo prefieren fuera del equipo que dirige Pablo Bengoechea.
El problema con Pizarro es que no solo arrastra la falta de gol de la selección, sino cierta antipatía que le apunta más al personaje que al futbolista. De hecho, sus últimos partidos de las Eliminatorias fueron correctos, pero eso no parece sumarle ni medio punto.
Caso contrario es Paolo Guerrero: no hizo unas buenas Eliminatorias, pero sigue siendo un preferido o casi un intocable. Y ahí por qué digo que los parámetros de valoración no son los mismos. Apuestan por él, ya no por sus números sino por empatía.
Todos tienen en mente sus goles en la pasada Copa América (hace tres años); sin embargo, yo no le recuerdo un buen partido ni mucho menos goles desde aquel encuentro ante Uruguay y en Montevideo (junio del 2012), y pese a ellos sigue siendo el preferido de la gente. Hace poco dijo que no quería ir a los amistosos y nadie le reclamó. Luego se retractó. Su nombre está protegido por un recuerdo lejano.
¿Alguien tiene en mente que Pizarro y Guerrero hicieron la misma cantidad de goles en las Eliminatorias? Tres cada uno. ¿Qué pasaría si medimos a ambos por sus números? Paolo y Claudio juegan de lo mismo, pero no los evalúan igual. Pizarro tendría que meter diez goles claves seguidos para lograr el cariño que Guerrero obtiene solo sonriendo.