Juan Luis Orrego creció en los años setenta como los niños de ahora: viendo a su país en los mundiales. Con la sabiduría de lo vivido, el historiador analiza estos días de júbilo.
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—¿Qué otros momentos de nuestra historia republicana nos han llevado a un pico de éxtasis como clasificar a Rusia 2018 y estar cerca de Qatar 2022?
El deporte tiene esa brujería de poder unir. O en todo caso producir una sensación de unidad. Ocurrió con la selección de vóley en algún momento. También con los boxeadores Mauro Mina o ‘Bom Bom’ Coronado. Pero como en la mayoría de países de América Latina, el fútbol es el deporte de masas. La primera gran apoteosis deportiva en el Perú contemporáneo fue cuando clasificamos por primera vez a un Mundial por méritos propios, eliminando a Argentina, en La Bombonera, en 1969.
—Por aquellos días se vivía una efervescencia nacionalista...
Así es. Tres meses antes, el gobierno de Juan Velasco Alvarado había impulsado la reforma agraria. Y, en general, todas sus reformas tenían un tono nacionalista. Lógicamente, su gobierno aprovechó políticamente la proeza de la selección. El fútbol, en ese sentido, suele hacerle ese favor al gobierno de turno.
—¿Cree que ese efecto se ha dado ahora? El presidente Pedro Castillo ni se asomó al Estadio Nacional en el partido ante Paraguay.
El gobierno militar gozaba de un relativo apoyo. Era un gobierno fuerte con reformas de largo alcance. Hoy la coyuntura es absolutamente inversa. Que Pedro Castillo no haya ido al estadio es significativo. Antes los presidentes iban al estadio para celebrar los goles. Hoy el presidente correría un riesgo. Esa es la verdad. Su gobierno es tan precario y débil que tiene escasas posibilidades de colgarse del éxito de la selección.
—¿Se exagera cuando se dice que estos logros alimentan la autoestima nacional?
No lo creo. Claro que este tipo de victorias nos ayudan. Las victorias esconden flaquezas. A diferencia de las derrotas, que dividen y engrandecen carencias. Si uno lee la prensa chilena o colombiana de la última semana se dará cuenta del impacto negativo que tiene un revés deportivo. Allí uno ve el espejo de lo que hubiera ocurrido acá si teníamos un traspié con Paraguay.
—Hay una opinión generalizada que el equipo de Gareca es una isla que disfraza los males del fútbol peruano. ¿Cuál es su percepción?
El equipo de Gareca es una metáfora de la isla. Perú es el equipo más longevo de las Eliminatorias. No hay recambio. Por eso digo que la era Gareca o termina en el partido del repechaje o termina hasta donde el Perú pueda llegar en Qatar. Ya no hay de dónde jalar el hilo. Citando a Basadre, en el Perú faltan proyectos. No hay continuidades. Somos un país de rupturas. Desde ese punto de vista, lo de Gareca es el triunfo de la excepción.
—Se percibe una sensación de orfandad si Gareca se marcha.
Exacto. Pero eso ya es el mesianismo de la gente. Cometeré un pecadillo: voy a comparar a Gareca con San Martín. Ambos argentinos. San Martín nunca quiso convertirse en caudillo. Y cuando vio que en el Perú ya no tenía posibilidades de continuar, se retiró. No se quiso enquistar en el poder. Salvando las distancias, Gareca tiene el mismo perfil. Cuando termine su trabajo se irá. Él sabe que los ciclos acaban.
—Los niños de ahora están creciendo en una normalidad insólita para aquellos que fueron niños desde los años ochenta en adelante.
Me recuerda a mi niñez. Yo crecí viendo a Perú clasificando a los mundiales. Pero en ese entonces teníamos por lo menos dos selecciones. Hoy no. Hoy estamos haciendo un sobreesfuerzo desde la precariedad. No tenemos jugadores en las grandes ligas mundiales.
—Tenemos a uno: Renato Tapia y por las represalias de su técnico ahora es suplente.
Y el señor Lapadula con todo el respeto que se merece, juega en la Segunda División de la Liga italiana. En ese sentido solo estamos más arriba de Bolivia. Sin embargo ya estamos con un pie en Qatar. El mérito es de todo el comando técnico y de Juan Carlos Oblitas. Oblitas pesa más en la Federación que el propio presidente.
—Si no estuviera Oblitas, seguramente Gareca ya se hubiera ido.
Exacto. Oblitas ha sido un escudo para el trabajo de Gareca. Aún no se ha dimensionado su figura.
—¿La camiseta peruana que ahora anda por todos lados puede ayudar a consolidar una identidad?
De hecho. Las identidades colectivas tienen colores, emblemas, y escudos. Por eso me parece poco conveniente que las agrupaciones políticas quieran apropiarse de un emblema que es de todos.
—¿Por qué la afición se ha enganchado tanto con el vals “Contigo Perú”?
Con todo respeto, es una canción que suena más que el himno nacional. La gente canta el himno porque tiene que hacerlo. Pero es una letra que se escribió hace 200 años. Salíamos de la esclavitud, del dominio de España. Entonces, por supuesto, esa coyuntura cambió. El éxito de “Contigo Perú” es que su letra se amolda más a los sentimientos que pueda tener el peruano de hoy.
—Lo curioso es que a más de un criollo le cuesta decir lo mismo por sus orígenes.
Fue una canción pagada por una dictadura y compuesta por un señor polémico como Augusto Polo Campos. Se puede discutir sus orígenes, desde luego, pero no su impacto. No le pasó como a otros valses a los que les ha costado más instalarse en las multitudes como El plebeyo o incluso La flor de la canela. Contigo Perú ha superado a Perú campeón. En mi época era Perú campeón.
—Clasificar al Mundial después de 36 años, de alguna manera, nos hizo mirar hacia adelante. Estábamos anclados en el pasado. Los goles de Cubillas, el saltito de Casareto. ¿De qué otros logros carecemos en otros ámbitos para mirar hacia adelante?
En todos. Estamos en un déficit nacional en educación, en salud, en infraestructura, en institucionalidad, en lucha contra la corrupción. Los retos del Perú son enormes. Vemos una descomposición general. En una metástasis tan lamentable brilla más lo poco bueno que hay. Y allí está instalada la selección en este momento. O sea, si la selección clasifica a Qatar es prácticamente el reflejo de un país que no existe.
—Usted hablar de refundar.
Porque cuando hay una descomposición general, ¿qué es lo que hay que hacer? Refundar. Refundar el Estado, las instituciones, el fútbol. No nos olvidemos que la Federación Peruana de Fútbol es una de las instituciones más desprestigiadas que hay. Desde Delfino, Burga, Oviedo y ahora Lozano.
—Hay un ánimo generalizado de que ya nos sentimos en Qatar. Y aún nos falta un partido. ¿Hemos pasado del derrotismo a un optimismo peligroso?
Por supuesto. Hay que ser cautos. Faltan noventa minutos y se juegan en Qatar. Muy lejos de aquí. Aún no está claro si nos conviene más Emiratos Árabes o Australia. A Australia ya la conocemos.
—Si llegamos al Mundial, ¿cómo cree que encarará Cueva el partido ante Dinamarca, sobre todo si hay un penal?
Seguramente no lo pateará. Pero la vida te da segundas oportunidades. Es uno de los aspectos interesantes del destino. No hay que Cuevizar tampoco el destino de la selección. La gran ventaja es que ya conocemos a Francia y a Dinamarca. Podría ser la revancha.
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