Es, en muchos sentidos, su jugador-fetiche. Encarna la idea del enganche dotado que él pide para sus equipos y, a la vez, representa un hallazgo del 2015 que le resultó muy positivo para sus fines de clasificación 2018. Si Oblitas tenía su Chorri, si Autuori tenía su Ñol, Gareca, tiene su Cueva.
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